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Brexit o la derrota de los apostadores

Ni las encuestas ni las casas de apuestas (Remain pagaba 1.10 a 1, devolvía el dinero, mientras que Brexit era 3 a 1 ) dieron en el clavo, de un plebiscito apasionante y destructivo al mismo tiempo.

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Concitó la atención mundial, yo me quedé pegado a la BBC hasta las tres de la madrugada a pesar de venir de dar clases de posgrado, hasta el momento que sólo viendo las expresiones de los periodistas estaba claro el resultado aunque faltare el conteo de algo menos de la mitad de la población: el BREXIT triunfaba y su ventaja crecía irreversiblemente.

Ingleses y galeses, mayores de 50 años, pensionados y jubilados, laboristas y conservadores, de las ex regiones industriales y mineras, formaron un bloque sólido de votantes deseosos de abandonar la actual barca europea formada por 28 países navegantes y volver a ser solos de nuevo All England ya no probablemente Great Britain, porque puede suceder que los escoceses decidan permanecer en la UE.

Son notables los juegos del destino, lo que en su momento, a pesar de estar en su nivel más alto de aprobación no llevara a cabo, la Dama de Hierro, Margaret Thatcher; sí fue ejecutado –cumpliendo su promesa – por un cuestionado líder del mismo partido David Cameron que para lograr apoyos jugó esta apuesta, en la no creía ya que era pro-europeo.

Como no podía ser de otra manera y sobre todo cuando cuestiones complejas tienden a resolverse por un sí o no, los slogans y las propuestas demagógicas como asegurar – al día siguiente del voto fue desmentido –que de los 350 millones de libras que semanalmente Gran Bretaña le transfería a Bruselas, 250 millones serían destinados a reforzar el NHS (National Health Service, sistema de atención colectiva) sin decir cuáles eran las contrapartidas que el país a su vez recibía.

Lo interesante del BREXIT es que en la semana siguiente a la elección, sus principales impulsores renunciaron a comandar las formalidades propias de la separación, esto se observó con claridad sobretodo en el partido mayoritario el Conservador donde obviamente Cameron puso a disposición su renuncia y mientras tanto en el Laborista quedaba clara la distancia entre los anhelos de sus dirigentes y el mandato de sus dirigidos que tomaron un camino diferente.

La reacción posterior de muchos británicos firmando una petición para una revisión de la decisión adoptada por la mayoría, basada en el argumento que no es vinculante y que el Parlamento tiene facultades para revocarla, chocaba con la historia y el respeto a la soberanía popular que se remonta a la Carta Magna de 1215 y no pudo avanzar más allá del brusco arrepentimiento de parte de los decisores.

Queda ahora comenzar a evaluar los daños presentes y futuros de esta desafortunada elección. En ese sentido la primera víctima es la propia Gran Bretaña que puede pagar y muy caro su intento autonómico, cuando ha sido hasta ahora uno de los grandes ganadores del proceso de globalización dada su capacidad de generación de servicios de primera calidad en finanzas, seguros, logística y transporte, real estate, etc.

Este sector de lo más sofisticado a nivel mundial, tenía y tiene su principal base de clientes en las grandes compañías del continente europeo; de establecer, cómo se planteó en la campaña restricciones al movimiento de personas, tendrá su contracara en lo relativo a la prestación de servicios; tal como lo señalara Angela Merkel al decir que “UE implica aceptar todo y no lo que a cada país más le convenga y que por lo tanto la libre circulación de bienes, personas, servicios y capitales es un principio irrenunciable” y por lo tanto Gran Bretaña no va hacia un status como el de Noruega sino de país extrazona.

En este sentido, tres aspectos son evidentes y con tendencia a su profundización: la pérdida de valor de la libra frente a otras monedas convertibles, la reducción de su sector de servicios comenzando por el de las finanzas que irá convergiendo hacia otra plaza en el continente y la pérdida de valor de sus activos inmobiliarios tanto comerciales como residenciales.

Estos tres factores sumados al hecho incontrastable del menor flujo comercial que se avecina, achicarán la economía inglesa y harán más pobres a sus habitantes que tendrán menos y no más beneficios sociales al contrario de los slogans demagógicos de los partidarios del BREXIT.

El impacto no es menor para la Unión Europea, para el resto del mundo un grado más abajo, pero su complejidad y cantidad de matices amerita una nota en particular.

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