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Fraudes a la esperanza

Fraudes a la esperanza

Si bien tenía razón Blas Pascal, filósofo francés del siglo XVII, cuando dijo que el hombre es un junco, un endeble y miserable ser sometido a los vendavales, que se balancea a merced de fuerzas superiores y extrañas, pero que es un junco que piensa, hoy en día existen demasiadas personas que se han quedado en juncos y nada más. No piensan.

Y pensar es la principal diferencia entre el hombre y los animales. Estos últimos más que inteligencia tienen instintos. Aunque los monos (verdaderos primos hermanos de nosotros) tienen algo de inteligencia, especialmente los chimpancés, nuestros parientes más cercanos, no superan la de un niño de cinco o seis años.

En una farmacia cualquiera de esta ciudad de Buenos Aires he recogido folletos de personas que se autotitulan pomposamente “Terapeuta Astral” y que se dedican al “tarot predictivo y terapéutico”; a la “transmutación de energías negativas”; además curan miedos, angustias fobias y tristezas; efectúan “contactos angélicos”; se dedican a “terapias de vidas pasadas” y efectúan “estudios numerológicos”. Otras personas, de las que se ocupan de similares actividades cuasi delictivas, se autotitulan “psicóloga social, psicodramatista y terapeuta floral”. Prometen ayuda para liberar la mente, el cuerpo y el espíritu mediante “viajes al interior del ser”, rematando finalmente su publicidad con la leyenda: “Aranceles acordes al tiempo de crisis”. Seguramente esto último es lo único cierto y sensato de la difundida publicidad de sus servicios.

Abundan los negociantes de las religiones que han descubierto la maravillosa idea de que es más fácil sacarle dinero a los pobres que a los ricos. Y así se han hecho millonarios. Su publicidad es del tipo: “¿Se quedó sin trabajo? ¿Su mujer lo abandonó? ¿Sufre de amores? ¿Tiene cáncer? Venga a nosotros que le daremos las soluciones”.

El famoso predicador norteamericano Jim Bakker que amasó una fortuna con el negocio de la religión, que llegó a tener canales propios de televisión que funcionaban las 24 horas del día enviando su mensaje y que terminó preso por corrupción y abusos sexuales, lo expresó muy claramente: “He inventado el negocio que da más dinero: le hablo a la gente de la vida después de la muerte y les garantizo la inmortalidad”. Y bien, está todo dicho. Ése es el verdadero negocio: la gente está dispuesta a creer en cualquier cosa especialmente si se les menciona la vida eterna.

No obstante que es totalmente cierto lo que dice Hamlet a su amigo Horacio en la famosa obra de Shakespeare (“Hay más cosas debajo de los cielos que las que contienen tus libros”), es decir, que existen muchísimos sucesos que no llegamos a comprender ni los libros explican, resulta bastante sencillo desenmascarar a tantos embaucadores y tramposos que esquilman a los incautos, que son una buena parte de la humanidad.

Pero el combate contra tales estafadores no cesa, ni debe cesar. Existen muchos libros empeñados en esta tarea de demolición de la mentira, del engaño y la superchería, desde el inolvidable Charles Fort hace ya varias décadas (“El libro de los condenados”) hasta “A demond-haunted world” de Carl Sagan, llegando al recientemente editado “¿Tenían ombligo Adán y Eva?” de Martin Gardner, que ha escrito más de setenta libros sobre una gran variedad de temas, pero que especialmente se ha dedicado desde su habitual columna en el “Skeptical Inquirer” a desbaratar las argucias y las prácticas de los esquilmadores de la buena fe del prójimo.

El famoso escritor de ciencia ficción Arthur C. Clarke sostiene que “¿Tenían ombligo Adán y Eva?” debería ser de lectura obligatoria en todos los institutos de enseñanza y en el Congreso norteamericano, donde hasta existe algún senador que dice ser educado por extraterrestres. Prosigue afirmando Clarke que el libro, no le cabe la menor duda, mantendría a raya la actual oleada de chifladuras acerca de los ovnis, la cienciología, el creacionismo, la aparición tanto de ángeles y santos como de demonios y cuestiones similares.

¿Se pueden curar las enfermedades bebiendo la propia orina? pregunta Gardner. Cuestiones risibles como ésta parecen preocupar la mente de millones de personas día tras día, como si la gente estuviera hambrienta de cualquier migaja de conocimiento que se dé aires de ciencia y quisiera adoptar teorías que sólo provocan miedo y asombro. Sin embargo, estas ideas, por ridículas que parezcan, encuentran acogida en las tribunas de comunicación pública y muchas veces se convierten en temas de información respetables que no tardan en considerarse “verdades”.

Eso es lo que dice Gardner en este divertido y provocativo libro. El autor es probablemente el más ingenioso desenmascarador de fraudes científicos de nuestra época, utiliza sus décadas de experiencia para desbaratar las proclamaciones de la New Age y las investigaciones dudosas de eminentes científicos. Afrontando las máximas de la seudociencia con una mirada aguda y escéptica, el libro desenmascara afirmaciones engañosas en toda clase de campos y reflexiona sobre cuestiones tan diversas como los suicidios de la secta Puerta del Cielo y hasta el interés de algún excéntrico senador norteamericano por los fenómenos paranormales.

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