Efectos colaterales de la brecha: por el blue, empresarios “meten la soja en las valijas” y emigran a otros países
Mientras que en el mercado cambiario hay más voces que insisten con una futura devaluación, el negocio sojero hoy vive su propia realidad: los pesos que reciben ruralistas se pulverizan por la diferencia cambiaria. Para peor, quedaron presos de otro “cepo”, ya que otras actividades tampoco rinden.
En la Argentina existen algunos de los campos más fértiles del mundo. Y esta variable fue clave para que el sector rural pudiera capear, durante un buen tiempo, los crecientes problemas de competitividad que vienen azotando a la economía doméstica.
“Durante años se trabajó sujeto a continuas subas de costos y con retenciones del 35% y así y todo los productores siguieron de pie. Eso demuestra que a la altísima productividad que tienen nuestras tierras no había con qué darle”, sostuvo el consultor Salvador Di Stefano.
Esto fue así, sin embargo, hasta que comenzaron a sentirse los efectos del cepo cambiario, el cual le dio un golpe de gracia a las altísimas rentabilidades en dólares a las que se había estado acostumbrando el campo durante los últimos años.
Así las cosas, ante un complejo mix que combina fuertes suba de costos, un alto nivel de retenciones, elevados alquileres, imposibilidad de comprar dólares por la vía legal y un billete verde paralelo alejado un 70% del valor del oficial, la rentabilidad que ofrece hoy el campo argentino es apenas una sombra de los niveles que se registraban durante sus días “dorados”.
Guillermo Villagra, empresario que año a año trabaja unas 15.000 hectáreas en todo el país y con una larga trayectoria en la administración de pooles de siembra, destacó en diálogo con este medio que en la época pre cepo, con buenos precios y un clima favorable, se podía aspirar a una rentabilidad neta tras pago de impuestos del orden del 15% en dólares.
Sin embargo, en la actualidad, los márgenes son definitivamente pobres: un proyecto mediano, de más de 350 hectáreas, puede arrojar una ganancia de entre el 3,5 y el 5%… en pesos.
Frente a estos números que delatan cómo se fue devaluando el reinado de la soja, Di Stefano alertó que “el campo dejó de ser rentable para el que no es dueño de la tierra y tiene que alquilar. Esto fue, justamente, lo que sucedió con El Tejar”.
El experto hizo referencia así a una de las noticias de mayor impacto en el sector rural en lo que va de 2013: El Tejar, un pool de siembra de los más grandes, que comparte cartel con gigantes de la talla de Los Grobo o MSU, anunció que dejará de rentar tierras para enfocarse en la producción de campos propios.
Cabe destacar que en la Argentina esta compañía llegó a trabajar la friolera de 300.000 hectáreas. Pero ya en la anteúltima campaña había bajado a 180.000, en tanto que en el último ciclo se había achicado aun más, hasta las 30.000 hectáreas.
Di Stefano destacó que “la decisión de la compañía es el reflejo de lo que está pasando en general con el campo hoy: los que son dueños de la tierra son los que siguen ganando plata. En cambio, los que deben alquilar son los que están en peor situación. Algunos atraviesan una realidad desesperante”.
Frente a ese escenario, el experto destacó que “nuestro país es un caso muy particular: al productor le quitan el 66% del precio original de la soja en concepto de alquiler y retenciones. Mientras que el 34% restante lo tiene que destinar a pagar el resto de los costos. Y, si algo le queda, tiene que volver a abonar impuestos”.
Así las cosas, para los analistas, el fuerte achicamiento de El Tejar, pone de manifiesto la marcada distorsión del valor de la tierra que aqueja al campo argentino.
“El modelo de pagar quintales fijos por hectárea es una práctica que la veníamos padeciendo todos los pooles. El negocio se terminó haciendo muy finito y el único que terminaba ganando en serio era el dueño del campo, que no asume riesgos. La realidad es que para los que alquilan, la soja dejó de ser negocio”, confirmó Villagra.
A esto se suma un tema no menor: los tan mencionados efectos del cepo cambiario, que llevan a que -derechos de exportación mediante-, un productor reciba por cada billete verde que liquide en la plaza doméstica unos $3,25.
Esto determina que la brecha entre el paralelo y el llamado “dólar soja” hoy supere el 170%. Una diferencia que
claramente dinamita cualquier gran proyecto de inversión.
Éxodo a Uruguay y a Brasil
En este contexto, desde Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), recientemente alertaron sobre los peligrosos efectos de las reglas de juego poco claras sobre la producción agrícola.
Desde la entidad vienen dando cuenta del creciente éxodo de empresas hacia el Uruguay, donde -aseguran- se puede trabajar en “un ambiente de previsibilidad de cara al futuro” y sin brecha cambiaria.
“Productores y empresas agropecuarias argentinas, que tradicionalmente invirtieron en nuestro país, han decidido apostar al crecimiento en territorio vecino”, evaluó el informe.
Pero no sólo Uruguay es el objetivo. Gustavo Grobocopatel, titular del gigante Los Grobo, adelantó que la producción que logren en Brasil “va a superar a la de la Argentina”, al tiempo que ratificó que “esta tendencia se va a mantener de aquí en adelante”.
“En nuestro país estamos reduciendo el área sembrada y en Brasil crecemos a un ritmo de dos dígitos por año”, agregó recientemente el empresario.
Grobocopatel también recalcó que “Uruguay se presenta como un destino propicio para ampliar inversiones. Tiene excelentes tierras y un buen ambiente de negocios”.
Como contrapartida, días atrás sostuvo que “en la Argentina los productores estamos secos. No tenemos plata para pasar de la producción de granos a transformarlos en alimentos de mayor valor agregado y esto es así porque no queda resto después de pagar 80% en impuestos”.
En este contexto, las preguntas que surgen son qué tan rentables resultan hoy Uruguay y Brasil a la hora de encarar un negocio sojero y cuáles son las variables consideradas por los grandes pooles al invertir fronteras afuera.
• Uruguay
Se estima que actualmente, 4 de cada 10 hectáreas en producción están en manos de argentinos. Y la tendencia es creciente, especialmente a medida que pierde atractivo la actividad en el país y que la brecha entre el “dólar soja” y el blue se sigue expandiendo.
“El atractivo por invertir en Uruguay se mantiene, hay un interés constante”, confiaron desde la consultora especializada en agro Blasina y Asociados, con sede en Montevideo.
En la misma línea, desde UyInvest, empresa enfocada en el desarrollo de negocios agropecuarios, aseguraron que “estamos recibiendo muchísimas consultas de argentinos que quieren invertir en Uruguay”.
Su presidente, Sebastián Gutiérrez, destacó que “ahora, con la brecha que hay estamos viendo un interés creciente desde la Argentina. Hay quienes buscan sumarse a un pool y otros que incluso están contactándonos porque evalúan comprar tierras”.
El experto agregó que “muchos son empresarios que no pertenecen al sector rural y que ahora están haciendo foco en el negocio agrícola”.
El caso de Uruguay tiene sus particularidades: para empezar, no posee el nivel de productividad de un campo argentino. Para ponerlo en números, Di Stefano destacó que “mientras que una buena tierra en el país vecino genera unos 24 quintales por hectárea, aquí se pueden lograr 40”, es decir, hasta un 66% más de productividad.
Pero el punto a favor es que en Uruguay no hay retenciones a las exportaciones, lo que ayuda a compensar los menores rindes.
Sin embargo, según Villagra -que también tiene proyectos agrícolas en el país vecino-, “el mayor atractivo es que allí, con el dinero que te liquidan por la venta de granos, podés comprar dólares, con lo cual la rentabilidad está atada a una moneda fuerte”.
Así las cosas, pese a la enorme diferencia de productividad de un lado y otro de la orilla, un buen campo en tierras charrúas actualmente está ofreciendo un retorno del 10% en divisas estadounidenses, una cifra que choca de frente contra el 3,5 a 5% en pesos que, en promedio, ofrece hoy el agro en la Argentina.
“La rentabilidad de Uruguay hoy resulta muy tentadora frente al escenario local”, confirmó Villagra.
• Brasil
Este país también está alcanzado por variables que juegan a favor y otras que impactan en contra.
Villagra destacó como un punto positivo el hecho de que “según la zona, se puede plantar soja o maíz dos veces en el año, a diferencia de la Argentina, que solamente permite una cosecha”.
A esto sumó un aspecto no menor: el enorme incentivo que se ofrece desde el gobierno nacional para extender la frontera productiva, especialmente de la mano de los créditos a tasas bajas.
El experto destacó que “conozco grandes productores argentinos que están muy satisfechos por haber incursionado en campos brasileños”.
Las razones están a la vista: actualmente, con toda la estructura bien armada, se puede apuntar a una rentabilidad del 15% en dólares, muy superior al tope del 5% en pesos que se logra en tierras locales.
El panorama local, la contracara
Para los expertos, dado que algunos insumos para el agro están fuertemente influenciados por el valor del “blue”, algunos campos quedarían sin producir la campaña que viene, especialmente aquellos que están alejados de los puertos, donde la incidencia de los fletes y de los fertilizantes es mayor.
Respecto a este problema, Ernesto Ambrosetti, economista jefe de la Sociedad Rural, aseguró que “cuanto más lejos esté el productor de las terminales, más complicada es su situación”.
“Hoy, cualquier ruralista del norte que tenga que sacar una producción al exterior sale perdiendo. Transportar soja desde Salta le cuesta el equivalente al 28% de su cosecha. Y ni hablar del maíz, donde el 55% del volumen se debe destinar a pagar la logística”, disparó el experto.
Pese al éxodo de algunos “gigantes” agrícolas, Gustavo López, director de Agritrend, destacó que “los pooles no van a desaparecer de la Argentina”, si bien recalcó como un punto preocupante el hecho de que, mientras que en otros países se expande la frontera agrícola, en la Argentina se viene reduciendo.
En efecto, en el último ciclo quedaron improductivas unas 700.000 hectáreas. Esta caída en la superficie también está reflejando la dura realidad de los productores más pequeños, que van quedando en el camino, muchos de los cuales, según Di Stefano, “están en situación de quebranto”.
En cuanto a la posibilidad de saltar a otras actividades, los expertos ponen ciertos reparos: para López, “es muy complicado activar un switch y redirigir un campo sojero a la cría de ganado. Es una decisión que se traza a largo plazo y hoy se piensa a corto”.
Tampoco consideró posible que algunas explotaciones dejen de lado a la oleaginosa para regresar a la industria láctea: “El que salió del tambo hoy no quiere volver a entrar”.
Respecto a otros cultivos, éstos tampoco corren con mejor suerte: López explicó que “para cultivar maíz se requiere el doble de inversión que para la soja”.
Otro punto en el que repara Villagra no es tanto la superficie que pueda quedar improductiva en la Argentina, sino el enorme potencial desaprovechado que tiene el país como proveedor de alimentos al mundo.
Basta recordar que hace un par de años el Gobierno pronosticaba para 2016 una producción récord de 150 millones de toneladas de granos.
Sin embargo, con un pie ya puesto en lo que es la planificación de la campaña de 2014, nadie se atreve a sugerir siquiera la posibilidad de superar las 100 millones de toneladas.
Lo que “falta” lo están produciendo empresarios argentinos. Claro que no en estas tierras, sino en Uruguay y, muy especialmente, en Brasil.
Fuente: iProfesional.com