El proteccionismo torpe de un país renegado y que se ufana de serlo
El modelo, el relato o la particular forma de administrar los recursos fiscales para justificar “la matriz de redistribución de la riqueza para el crecimiento y el desarrollo”, que llevó al gobierno a convertirse en el gerente excluyente de las importaciones del sector privado, podría tener como víctimas a las empresas exportadoras, si llegaran a efectivizarse las medidas de retaliación que al menos 29 países estarían autorizados a tomar luego de que la Organización Mundial del Comercio (OMC) confirmó su fallo contra la Argentina, en el que consideró ilegales las medidas de restricción a las importaciones.
El país en primer lugar -pero las empresas argentinas por derivación- quedó expuesto nuevamente como reo al cumplimiento de obligaciones legales internacionales, al consagrar medidas reñidas con las prácticas globalmente aceptadas, como instrumentar con dudosos criterios permisos previos de importación (sin previsibilidad en cuanto a los tiempos de otorgamiento) o forzar a compensar los dólares de importación con dólares de exportación (práctica que, sin embargo, se discontinuó) o condicionar el giro de divisas a planes de inversión.
Es cierto que la Argentina puede apelar. Y puede negociar. No todo está dicho. Pero el desapego a la noción de Estado y de políticas públicas que los sucesivos gobiernos practican son un estigma difícil de borrar para la imagen del país.
Para Marcelo Elizondo, “desmantelar estas medidas no será fácil, por el desbalance estructural en materia de política cambiaria, de costos y de competitividad” que tiene el país.
Pero más difícil será regenerar el perfil de país renegado, cuando pese sobre el historial nacional la condena internacional.
No obstante, la OMC no es un tribunal que imponga penas (aunque habilite la sanción de terceros). La Argentina fue controversial en los últimos años.
Pero el espíritu multilateral entrona la flexibilidad y la negociación “hasta las últimas consecuencias”.
Félix Peña, por ejemplo, señala que “todo el sistema de la OMC está diseñado para dar mucho espacio a la flexibilidad, al filibusterismo, y eso va a ser aprovechado”.
“Llevar adelante políticas comerciales, siendo país miembro de la OMC, requiere mucho cuidado al cómo, a que si se hace algo que está en la frontera (de lo permitido) que no se note, que sea muy difícil de decir que se ha hecho”, destacó el especialista en negociaciones internacionales.
El mundo es proteccionista. La Argentina decidió aprovecharlo también. La sanción, entonces, no es por proteger al mercado nacional, sino por la desprolija torpeza con que se llevó adelante y la manera, displicente, con que el Gobierno se ufanó de hacerlo.
Fuente: La Nación