fbpx

Con clima de fin de ciclo, llegan más dólares para inversiones: ¿solidez del “modelo” K o festejo anticipado?

El Gobierno celebra el resurgimiento de un clima propicio para los desembolsos privados. Sin embargo, los analistas advierten que este cambio no debería implicar un festejo para la actual gestión. Y afirman que tampoco hay que entusiasmarse con una lluvia de billetes verdes luego de octubre.

Ahora que Carly Fiorina, la ex CEO de Hewlett-Packard, pasó a ser una seria aspirante a presidente de los Estados Unidos, muchos recordaron lo sucedido hace 11 años, cuando Néstor Kirchner la dejó “plantada” en la Casa Rosada.
Es uno de los tantos aspectos en los que Cristina se diferencia del fallecido mandatario, ya que a ella jamás le habría ocurrido una situación así.
Con tal de no perderse la reunión junto a Fiorina y, sobre todo, la foto y el discurso, seguramente habría suspendido cualquier otra actividad de la agenda.

Es que si hay algo que CFK tiene claro es que hay pocos momentos en los que un político pueda lucirse más que cuando corta la cinta de una fábrica o anuncia la llegada de dólares para inversiones.

Claro que esta necesidad no le impide retar en público a los ejecutivos de compañías. A punto tal que todas las cámaras empresariales ya asumen que la relación con la Presidenta es la de una alternancia entre la caricia y el cachetazo.

Así, Cristina puede -hasta con espacio de pocos días de diferencia, y a veces en el mismo discurso- celebrar el aumento de las inversiones del sector privado y luego quejarse de que los empresarios “no la quieren poner”, lo que hace que el Estado deba sobrellevar la mayor carga del esfuerzo productivo.

Ejemplos sobran. En la última celebración del Día de la Industria, destacó que la inversión se había recuperado y que estaba por encima del 20% del PBI, “pese a lo que se diga, a los que se escriba o lo que se repita”.

Como contrapartida, en un discurso reciente, cuando celebró que Honda desembolsaría $250 millones para la producción de un nuevo modelo, reclamó que los empresarios debían incrementar la inversión.

“Hay que disminuir un cachito la rentabilidad o traer la que se llevaron afuera. La inversión tienen que ponerla acá, pero nada de achicar la demanda, no, no. Porque achicarla es muy simple, es achicar los salarios”, afirmó.

¿Anuncios para el festejo?
Semejante carga de expresiones contradictorias puede llevar a un estado de confusión.
¿Hay realmente un nivel de inversiones digno de festejo o, por el contrario, reina la apatía en el sector privado, ante el escenario de estanflación (estancamiento con inflación) y presión tributaria?

Es cierto que hay algunas señales positivas. Un reporte del Estudio Ferreres indica que en marzo hubo un crecimiento del 4,5% en la inversión bruta y que se llegó a una tasa del 21% sobre el PBI.

Por cierto, hay casos que, aunque puedan parecer aislados, tienen su impacto en la opinión pública. Como el anuncio de un desembolso de u$s650 millones por parte de las automotrices Nissan y Renault.

Claro que otro debate muy distinto es quién tiene el mérito de estos brotes verdes.
Cristina, con la habilidad retórica que la caracteriza, ha presentado estas apuestas como una señal de confianza hacia el “modelo K” y a la política económica del Gobierno.

Sin embargo, ni bien planteó este tema, los analistas salieron al ruedo con el argumento opuesto. Afirman que hay determinados tipos de inversiones -tal como sucede en la industria automotriz- que requieren de tiempos largos.
Y el hecho de que se hagan anuncios a tan solo ocho meses del cambio de mandato habla más de las expectativas de una mejora que pueda traer el nuevo Gobierno que de la confianza a la actual gestión.
Quienes sostienen esta postura hacen referencia al caso Fiat, que si bien está anticipando desembolsos en la región prefiere esperar el cambio de administración para oficializar la puesta en marcha de un nuevo modelo en la planta de Córdoba.
“Debemos aguardar un nuevo ciclo”, fue la sugestiva frase de Sergio Marchionne, CEO global de la automotriz italiana.

Hay, además, quienes afirman que buena parte de las inversiones que tuvieron lugar en los últimos años no fueron totalmente voluntarias, sino que se produjeron de modo compulsivo, a raíz de que el Gobierno limitó el giro de utilidades al exterior.

El economista Nicolás Dujovne observa que, como consecuencia de ese cepo, el flujo de pagos externos de privados bajó a menos de la tercera parte, desde un nivel de u$s4.500 millones anuales a otro de u$s1.300 millones.

“Por esta vía habría atrapados en la Argentina unos u$s8.000 millones, si tenemos en cuenta que algunas empresas terminaron reinvirtiendo parte de esos fondos en activos locales ilíquidos”, argumenta.

Y, para colmo, también hay un coro de voces enojado por la procedencia de una de las principales fuentes de inversión: China.

Según Jorge Vasconcelos, economista jefe de la Fundación Mediterránea, el próximo presidente se encontrará con la desagradable noticia de que la contracara de los desembolsos asiáticos será un déficit de u$s7.000 millones en la balanza bilateral.

Las mismas críticas se pueden encontrar cuando se observan las “victorias” en el plano financiero.
Los economistas que no comulgan con el modelo K afirman que el Gobierno también distorsiona el verdadero motivo por el cual se está produciendo una mejora en la cotización de los bonos y en la predisposición del mercado a prestarle dinero al país.

Los analistas argumentan que el auge bursátil argentino -que permitió el ingreso de u$s3.000 millones a las arcas del Banco Central- se debe a que, cuando llegue el momento de pagar, ya habrá otras caras poblando la Casa Rosada.

Asignaturas pendientes
Más allá de este repunte circunstancial, la sensación que flota en el gremio de los economistas es que la llegada de dólares con fines productivos es una de las grandes asignaturas pendientes.

Un indicador clásico es el de la Inversión Extranjera Directa, que ahora da cuenta de un momento muy frío tras registrar niveles máximos en años anteriores, cuando hubo una compra masiva de empresas por parte de Brasil.

Según la Cepal, la Argentina fue el único país de la región con desinversión neta en 2014. Un rojo de u$s55 millones dejó al país en el último puesto del ranking.

La razón, argumentan los analistas, es la persistencia del cepo para la repatriación de capitales y la existencia de la brecha cambiaria. Esto llevó a suspensiones de grandes proyectos.

Y, más allá de los vaivenes circunstanciales, la percepción de los expertos es que los magros niveles de desembolsos obedecen a un problema estructural.

“Por denostar tanto a los capitales, se redujo la inversión a poco más del 17% del PBI en 2012-2015”, afirma Juan José Llach.
“Un nivel bajísimo, que se evidencia en las carencias cotidianas en materia de energía, telefonía o el escaso número de nuevas plantas industriales de porte”, completa.

Su argumento apunta al corazón mismo del “relato”, porque esa cifra está muy lejos de poder sostener un proyecto industrializador.
Menos aun alcanza para impulsar un crecimiento a “tasas chinas” del país. Por cierto, la nación asiática tiene niveles de inversión superiores al 40% del PBI.
En otras palabras, sólo con una “inversión china” se puede pensar en crecer a “tasas chinas”.

Esto ya había sido objeto de debate cuando se cambió la metodología oficial de cálculo del PBI y comenzaron a circular documentos que daban cuenta de que las cifras de crecimiento económico estuvieron “infladas” desde 2007 en adelante.

Una de las investigaciones más completas fue la de Ariel Corember, un docente de la UBA que trabaja en coordinación con un grupo internacional de economistas.

Tras corregir el efecto de la inflación mal medida y, además, el de la sobrestimación del volumen de producción, su conclusión es que entre 2007 y 2012 el crecimiento real acumulado fue del 15,9%, es decir, del 3% anual promedio.
Esa cifra viene a ser la mitad del 30% que midió el Indec (que suponía una media del 5,3% por año).

Peligros de enamorarse de un cambio
La polémica, sin embargo, está lejos de agotarse en el punto de si el modelo K ahuyenta o atrae recursos del sector privado.

Porque el gran tema que asoma en la campaña electoral es hasta dónde son fundadas las visiones optimistas de que un mero cambio de Gobierno podría traer una ola inversora.

De hecho, no son pocos quienes creen que con un entorno político “market friendly” la economía debería despegar.
En un comentado reportaje, el ex presidente uruguayo Jorge Batlle afirmó que “sólo con tener un Gobierno normal, la Argentina se recupera”.

Este punto de vista parece ser compartido por el influyente Javier González Fraga, quien sostiene que “podrían venir inversiones por u$s200.000 millones en cuatro años para Vaca Muerta, proyectos mineros y otras iniciativas, que se sumarán a la repatriación de capitales de argentinos en el exterior”.

Fraga advierte que la condición necesaria para que esto ocurra es que se den señales de equilibrio fiscal y que el país tenga una mejor sintonía con los mercados internacionales. Para esto último habrá que llevar a buen puerto, en algún momento, la negociación con los “fondos buitre”.

Hay quienes creen que esos dos requisitos no bastarán. Enrique Szewach afirma que resulta necesaria una revisión de la política tributaria.
“Los impuestos al capital tienen que parecerse mucho a los que predominan en los países limítrofes, para evitar que los capitales se muden a naciones que ofrecen un mejor margen de rentabilidad neta”, argumenta Szewach .
“Otro problema de fondo -agrega el economista- es que los costos laborales en Argentina son demasiado altos respecto de la productividad”.

Otro analista influyente, Roberto Cachanosky, también advierte sobre la tendencia a “enamorarse del cambio de expectativas”.

Recurre a la comparación con el traspaso de gobierno del menemismo a la Alianza de Fernando De la Rúa: “En el inicio de 2000, primero se armó el blindaje y luego el megacanje. Se partía del falso supuesto de que un mayor endeudamiento iba a sustituir las reformas estructurales y permitiría financiar los desequilibrios de la economía”.

Claro que son conceptos complejos para desarrollar en una campaña electoral y, probablemente, muchos de los puntos tratados -el ajuste fiscal o la suba de tarifas – estén vedados por “piantavotos”.

Es más redituable, en términos electorales, hablar de la lluvia de inversiones que está por venir.

Fuente: iProfesional

CATEGORIES

COMMENTS

Wordpress (0)
Disqus (0 )