Grecia y algunas semejanzas autóctonas
Eurolandia se encuentra en un dilema de hierro, si no apoya Grecia va al default dentro de la Unión Monetaria Europea con lo que ello implica para su credibilidad y si lo concede estará convalidando el fraude perpetrado por el estado griego
Cuando la crisis financiera del 2008/9 parecía dar signos de que lo peor había pasado, el tema de los países PIIGS –acrónimo de Portugal, Irlanda; Italia, Grecia y España en inglés –que tuviera prensa hacia fines del año pasado y principios de este y luego se desvaneciera, apareció de nuevo en abril en todo su dimensión con la “tragedia griega” de cuentas falsas, inmanejable déficit fiscal e impresionante deuda pública ampliamente superior a su PBI.
La zona del euro o “Eurolandia” en la irónica expresión de The Economist, representa el más avanzado de los objetivos de la Unión Europea en materia económica y monetaria que luego de los acuerdos de Maastricht lanzara la Unión Monetaria el primero de enero de 1999. Integrada originalmente por 11 países de los cuales por su importancia destacaban Alemania, Francia, Italia y España, decidiendo luego su adhesión 5 estados más, entre ellos Grecia en enero del 2001, llegando a los 16 actuales sobre los 27 estados que conforman la UE.
Todos los países, para integrarse a la zona, adhirieron a los criterios de convergencia fijado por el Consejo Europeo, que fundamentalmente implicaban límites al déficit fiscal –no más del 3 %–, al endeudamiento público –60 % del PBI – y metas de tasa de interés de largo plazo y de inflación anual.
En la primera etapa de entrada a la eurozona, los países que dejaban atrás la utilización de sus propias monedas y que en realidad adscribían a la moneda fuerte de la región, el marco alemán, tuvieron un “efecto riqueza” muy amplio, pues se reducía la tasa de interés, caía la inflación, aumentaba el crédito a mediano y largo plazo y había una ventaja salarial a favor de las economías de menor desarrollo, con respecto a Alemania y Francia fundamentalmente.
Esto implicaba que, sumado a los fondos estructurales para mejorar las economías de menor desarrollo, existían grandes posibilidades de aumentar las exportaciones vía el comercio en la propia UE, subir los salarios, acceder a la vivienda y al auto propio a través del crédito ahora accesible y también mayores prestaciones sociales en educación, salud y régimen de pensiones, como efectivamente sucedió.
Pero no todos los estados advirtieron que al renunciar a su moneda, el cuidado del gasto y el ingreso público y el manejo prudente de los salarios y las pensiones – sobretodo en países con bajas tasas de natalidad– resultaba esencial para lograr competitividad y a su vez no caer en endeudamientos elevados.
Para los políticos y los grupos de presión: sindicatos, empleados estatales, organizaciones empresariales era mas “ fácil” atender las crecientes demandas para acercarse al patrón de vida de los países líderes que ir más lento por terreno seguro, llevando a cabo reformas estructurales que efectivamente lo hicieran posible. En este sentido su situación era similar a la de la Argentina de la convertibilidad, con la diferencia de que en lugar del 1 a 1, estos países tenían el euro como patrón que a partir del 2002, inició un continuo proceso de apreciación, con lo cual sólo con aumentos de productividad e incrementos salariales por debajo de esta, podrían seguir en la carrera competitiva frente a Alemania que si lo logró.
La globalización financiera y la posibilidad de colocar deuda soberana bajo el manto de pertenecer a “Eurolandia” hicieron el resto, países de escaso porte como Grecia pudieron colocar a través de los grandes bancos de inversión cifras muy elevadas de bonos y asegurar su refinanciación incluido los intereses año tras año. Pero la crisis financiera puso al rojo vivo que había ciertos aspectos de ese endeudamiento que eran insostenibles, a pesar de que las cifras de del déficit fiscal (4 %) y de la deuda pública indicaban lo contrario. Así aparecen tres aspectos de “contabilidad creativa” un aumento del producto bruto interno sumando la economía negra griega que es significativa, un juego de swaps hacia fin de cada ejercicio fiscal para disminuir el endeudamiento neto y un déficit fiscal “dibujado” por pase de gastos de un año a otro. Cabe aclarar además, la responsabilidad o irresponsabilidad de la banca de inversión, en especial de Goldman Sachs, que se prestó al juego para ganar suculentas comisiones con los swaps de “fin de año”, colocar CDS –Credit default swaps – para la cobertura de esos propios bonos soberanos y luego apostando contra ellos.
Resultado: El déficit fiscal griego es del 13,6 %, su endeudamiento representa 110 % del PBI y a este hay que disminuirlo en un 25 %. Lo dramático es que como lo único que Grecia maneja es la política fiscal –no puede devaluar ni emitir– para recibir apoyo y no caer en un default debe ajustar entre este año y el 2012, el 8 % de su PBI bajando gastos y subiendo impuestos, provocando una recesión profunda –con lo cual el ajuste va a ser peor– y siempre y cuando el paquete de ayuda de la UE y FMI sea lo suficientemente “tranquilizador” como para reducir la tasa de los bonos griegos al 5% anual cuando los mismos ya fueron calificados “junk bonds o basura”
Eurolandia se encuentra en un dilema de hierro, si no apoya Grecia va al default dentro de la Unión Monetaria Europea con lo que ello implica para su credibilidad y si lo concede estará convalidando el fraude perpetrado por el estado griego. Alemania en particular, su canciller Angela Merkel enfrenta una grave situación, 86 % de la población está en contra del apoyo, pero ese país solo representa más del 25 % de los fondos necesarios para la refinanciación.
Concluyendo: La Unión Monetaria Europea mostró falencias de supervisión, ausencia de reglas para tratar deudas soberanas de los países miembros y graves dificultades para la toma de decisiones en situaciones extremas. Por otra parte, lo acontecido con la manipulación de datos griega –ayudada por la codicia de grandes bancos– demostró una vez más la necesidad de la reforma estructural en la supervisión de las entidades financieras, si efectivamente se quiere evitar la repetición de estos fenómenos que deriven en crisis sistémicas y que “dibujar los datos” no es sólo patrimonio de países periféricos, sino también de economías aparentemente mas desarrolladas. Más allá del apoyo a otorgar, son demasiadas las cuestiones pendientes, como para barrerlas y esconderlas debajo de la alfombra europea
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