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De la sarasa a la teta, y vos transpirando la camiseta

De la sarasa a la teta, y vos transpirando la camiseta

Por Walter Giannoni.


Se cae en un lugar común cuando uno reflexiona que era muy difícil de imaginar al país en un escalón de degradación política como el actual. Escándalos hubo siempre, toda la historia está sembrada de ellos. Pero quizás por la tecnología, por este reality show en que se han convertido todos los aspectos de la vida pública, hoy parecen más graves y repetidos.

No se trata aquí de caer en la moralina absurda de que la política no debe tener “pecados”. Sería lo que corresponde, pero sabemos de antemano que no ocurrirá. EE.UU. hace un culto de ese criterio y sin embargo muchos de sus líderes mostraron lados oscuros y procaces que no hace falta relatar ahora. De China no sabemos nada porque no hay forma de verlo.

Pero lo asombroso de la clase dirigente argentina es que, además de haber demostrado una absoluta incapacidad (si no, no estaríamos acá) no realiza ningún esfuerzo para sostener  comportamientos que la sociedad pueda tomar como ejemplos en la angustia de la crisis.

La “sarasa” de Guzmán, es apenas un detalle menor comparada con la verdadera sarasa que venimos transitando desde la gran crisis de 2001, cuando en teoría la política se había reconciliado con una sociedad que había clamado que se fueran todos, sin que se haya ido nadie.

De allá hasta acá fue una “saraseo” constante. Desde el “hay menos pobres que en Alemania”, atravesando por el “pasaron cosas” y “pobreza cero”, hasta este “ya vienen 60 medidas para salir de la crisis” y nunca llegan. Y la sarasa de fondo: jamás es momento para hacer las reformas económicas que el país requiere para recuperarse.

El episodio del “diputeta” resulta patético, pero es apenas un botón de muestra de la lógica que impera en el Congreso. Cuando la cámara se conectó, dejó expuesta también la “mano de yeso” que desprecia la opinión del otro, las siestas televisadas y un ejército de asesores cuyo único sentido es financiar la “militancia” política.

Pretender imponer reformas estructurales con un puñado de votos de diferencia es también tan procaz como Ameri porque la esencia de la democracia es justamente la búsqueda de consensos e imponer mayorías cuando esa acción queda agotada.

Del otro lado de la pantalla hay 45 millones de argentinos viendo como llegan a pasado mañana. Son los que transpiran la camiseta.


Esta columna fue publicada en la edición digital de la Revista Container del 26/09/2020.

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