
El campo en el brete de la política
Por Walter Giannoni.
Es difícil encontrar algún otro lugar en el mundo donde suceda lo que hoy ocurre con el campo aquí.
Siempre que los intelectuales adorados por la izquierda hablaron del reparto de la tierra, lo hicieron bajo la expectativa distribucionista de ese bien como medio de sobrevivencia del campesinado.
De Karl Marx para abajo, de aquella frase “la tierra es de quien la trabaja” hasta acá, nadie jamás imaginó que algún día la macroeconomía de un país dependería del extraordinario aporte que esa actividad produjera en divisas.
Quizás en Estados Unidos este sector tenga tamaña relevancia, pero es solo una parte frente al conglomerado de actividades que conforman el grueso del intercambio comercial ya que la mayor parte de la producción queda adentro del país para consumo propio y reciben el precio pleno de Chicago.
Con el aumento de los precios internacionales, el campo argentino está hoy metido en un brete político, y eso ha quedado manifestado en diferentes hechos y circunstancias.
El ministro Basterra, cuya gestión comenzó con un tironeo por las retenciones, puede por estos días dormir “tranquilo y sin frazada”. Nadie desde el agro le hará un planteo por más que el Estado se quede, en el caso de la soja, con el 39% de los ingresos en dólares que produce la exportación de granos y oleaginosas. Cotiza a 576 dólares y el productor cobra 350 al tipo de cambio oficial.
Pasó hace unos días en una entidad agropecuaria bonaerense, según reveló un medio afín al oficialismo. Cuando un exfuncionario macrista y productor quiso hacer un planteo por la situación del trigo, se encontró con un muro de resistencia entre sus propios colegas. Renunció.
Con este escenario, Cristina se anima a plantarse frente a AF y a Guzmán, simplemente porque llueven divisas del campo. Sólo en retenciones entraron a las arcas públicas 3.300 millones de dólares en el primer trimestre y bordearán los 9.000 millones a fin de año. Con la venta de productos en el exterior el Banco Central recibirá unos 45 mil millones por esta cosecha.
Por los precios, sin esperarlo y sin culpas que atribuirle porque no tiene responsabilidades en que el clima lo haya favorecido y que los precios suban, el campo se convierte así en un “aliado” de su viejo adversario, el kirchnerismo duro. Juntos son dinamita.