
Etiquetado frontal: corren riesgo las exportaciones al Mercosur
La falta de una legislación homognea entre los diferentes países signatarios complicará el intercambio de alimentos, alertó AMCHAM.
La cámara argentino norteamericana de comercio, AMCHAM, advirtió que la ley de etiquetado frontal de alimentos que mañana comenzará a analizar el parlamento argentino, podría complicar las exportaciones de las industrias que envían productos al Mercosur, dado que no existe integralidad en las normas respectivas entre los distintos países signatarios.
“Es clave que cualquier norma tenga como premisa la Armonización regulatoria a los efectos del intercambio comercial intra-Mercosur. Ante la falta de una norma aprobada por los países integrantes del bloque y ante la protestad y autonomía legislativa de un estado, podría sancionarse previamente una ley, pero la misma debería tener el carácter provisoria, hasta que la norma armonizada salga a la luz”, alertó Amcham en un documento donde aborda también los aspectos sanitarios de la norma.
“¿Cuál sería nuestra recomendación?: Dada las dimensiones de los países integrantes del bloque y los flujos de comercio en los mismos, deberíamos sancionar una ley que prevea específicamente su adecuación posterior a la normativa Mercosur futura, según cómo evolucionen las negociaciones entre los países integrantes, como lo ha hecho Uruguay en su oportunidad”, describió.
AMCHAM está integrada por empresas argentinas y norteamericanas que comercializan sus bienes, productos y servicios tanto en nuestro país como en Estados Unidos.
Principales aspectos del documento:
¿Qué proyecto de ley estarán evaluando nuestros legisladores el próximo martes en el congreso? OD 438. Ley de Promoción de la Alimentación Saludable. (111-S2020). La iniciativa, con media sanción del Senado, debería buscar la promoción de la alimentación saludable, mediante un etiquetado informativo y visible que advierta sobre los excesos de azúcares, sodio, grasas saturadas, grasas totales y calorías en los productos alimenticios.
¿Cuáles son los objetivos o aspectos que, como industria, estamos de acuerdo con las organizaciones que impulsan este proyecto? Que promueva la adopción de estilos de vida saludables, que mejore la educación y comunicación sobre los alimentos, siendo fundamental para fortalecer el entendimiento por parte de la población respecto del etiquetado nutricional, su utilidad y con ello, la toma de decisiones para su compra y su posterior consumo.
¿Dónde están las diferencias? En el cómo. Se pude legislar mediante una norma que cumpla con dichos objetivos, pero evitando la generación de obstáculos al comercio, a la producción y a las economías regionales afectadas.
¿Por qué creemos que el gran obstáculo en el proyecto con media sanción es que pretende imponer un sistema de advertencia que se transforma en un modelo punitivo, confuso, parcial e inequitativo? Sólo para entender la magnitud de su alcance: El 92% de los alimentos que se comercializan hoy en la Argentina estarían siendo discriminados negativamente y sin destacarse los aportes positivos que conllevan, como fibra y demás propiedades que, por ejemplo, resaltan las actuales “Guías Alimentarias” disponibles. Precisamente, ser más directo y comprensible a simple vista, no significa para nada que sea el adecuado, ni el más equitativo de los sistemas de etiquetado frontal implementados hoy en el mundo.
¿Dónde están centrados los dos mayores problemas? El Criterio del perfil nutricional establecido es el pautado por la Organización Panamericana de la salud (OPS). Lo cual representa no sólo, que ningún país ha establecido dicho perfil, ni siquiera como referencia, sino que, aplicado en forma directa a productos individuales, lleva a inconsistencias que confunden al consumidor y resultaran absolutamente inequitativos. (ejemplos: lácteos enteros y descremados llevan los mismos sellos de “exceso de azúcar” y “exceso de grasa”.
ADAPTARSE A LA ARGENTINA
Cuando los descremados tienen 50% menos; o los jugos naturales sin añadido de ningún ingrediente llevan sello de “exceso de azucares”; versiones regulares y bajas en calorías llevan los mismos sellos; las recetas domesticas de uso cotidiano, pasadas por este perfil llevarían 2 o 3 sellos).
Por ende, los valores máximos de calorías, azúcares totales, grasas saturadas y sodio establecidos NO debería seguir las recomendaciones del Perfil de Nutrientes de la OPS, sino adaptarse a la realidad local, y definido por la autoridad sanitaria Argentina, acorde a los hábitos y costumbre alimenticias de los argentinos como ocurre en Chile, México, entre otros países donde se utilizada el sistema de octógonos negros.
El perfil de nutrientes de la OPS, no sólo impone límites extremadamente exigentes, tampoco plantea ningún tipo de flexibilidad o gradualidad en la aplicación de los sellos negros. De esta manera, la industria tiene pocos incentivos a innovar, dado que, mientras que, en muchos productos, esfuerzo tecnológico mediante, se podría avanzar en una disminución importante de sodio, azúcar o grasas, las empresas, al no lograr situar sus productos por debajo de los límites establecidos, quedarán igualmente rotulados que aquellos de competidores que no hacen ningún esfuerzo de reducción, haciendo imposible diferenciarse en el mercado para que los consumidores puedan discriminar.
El otro factor absolutamente equivocado al considerar taxativamente el perfil de la OPS, es que deberían expresarlos en grados de concentración (g/mg por 100 g/100 ml). A modo de ejemplo, una bebida con solo 1 gr de azúcar va a tener 4 kcal (cada gramo de azúcar aporta 4 kcal). Esto, según la OPS, seria “alto en azúcar” (a pesar de tener solo 1 g y 4 kcal) y por lo tanto requeriría la colocación de 1 sello negro.
Por lo tanto, los sellos negros no permiten conocer la cantidad concreta de nutrientes del producto en cuestión, ni ofrecen la posibilidad de establecer una gradualidad, algo que dificultará la comparación entre productos por parte del consumidor. En resumen, hay una simplificación en la cual se busca el no consumo de ciertos alimentos, dejando de lado la posibilidad de educar en torno a la temática en cuestión.
DESALIENTA LA INNOVACIÓN
La prohibición de otras menciones nutricionales, así como está definido en la norma, no permite comunicar al consumidor productos enriquecidos o fortalecidos con Vitaminas, minerales o fibra. Esto lleva a que no tenga sentido elaborar este tipo de productos fortalecidos o enriquecidos ya que no hay forma que el consumidor pueda diferenciarlos visualizando dichas características rápidamente (ejemplo de la leche enriquecida con Vit A y D que es muy común el mercado hoy).
Los tiempos de adaptación e implementación son absolutamente exiguos, más en momentos en que se atraviesa una emergencia sanitaria merced al covid-19 y aún no está claro cómo y cuándo terminara. Es inviable hablar de 180 días, cuando la experiencia internacional demuestra que los procesos de adaptación y transición llegan hasta los 2 años. ¿Hay en el mundo sistemas de etiquetado superadores y probados en base a la experiencia? Por supuesto. En esta línea, vale la pena resaltar el modelo “nutri-score”, el más utilizado en Europa.
El mismo hace visible, de manera menos invasiva -con una puntuación de la A a la E y colores asociados a las letras, desde el verde hasta el rojo- la calidad nutricional de un producto, teniendo en cuenta: la cantidad de calorías, azúcares, grasas saturadas y sal (los cuales restan puntos) y el porcentaje de frutas o verduras empleado para obtener el producto, su aporte en fibras y su aporte en proteínas (los cuales suman puntos). De esta manera, los productos no tienen un sello negro que los estigmatiza o dejan de tenerlo, sino que se ubican dentro de un espectro progresivo en función de su calidad nutricional.
Finalmente, la Discusión no pasa por ser conformista y aceptar mansamente el aparente consenso de las organizaciones ambientalistas, nutricionistas o de consumidores imponiéndose sobre el poder económico de la industria.
Debemos dejar de lado la radicalización y la incapacidad de buscar puntos comunes en pos de un bien mayor. La población no llega al consumo mínimo aconsejado de frutas y verduras, sólo por la confusa información de una etiqueta sino por un tema cultural o la situación de alta vulnerabilidad económica y social en la que está inmersa nuestra sociedad desde al menos una década.
Nuestros diputados/as tienen una nueva y última oportunidad, la de establecer un sistema de etiquetado frontal que permita suministrar información relevante a los consumidores respecto de los alimentos y los riesgos que algunos de ellos presentan para la salud, pero estableciendo un equilibrio racional entre los intereses de la industria que los procesa y genera empleo de calidad y una sociedad buscando la mejor información simple y sencilla para su decisión de compra y posterior consumo.