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Los supuestos del presupuesto que generaron la tormenta

Los supuestos del presupuesto que generaron la tormenta

Un trabajo del Ieral-Fundación Mediterránea explica cuáles son las hipótesis con las cuales se trazan las política para 2022. Gran parte de ellas dispararon el fuerte debate parlamentario de esta semana.


El 10 de diciembre se cumplieron dos años de la presidencia de Alberto Fernández. Los economistas Marcelo Capello y Augustín Cugno, del Ieral-Fundación Mediterránea, analizaron el ciclo y lo proyectaron a la luz de la fuerte discusión parlamentaria por el Presupuesto 2022.

Se trata de una gestión de gobierno que se inició con la economía en recesión, que venía del segundo trimestre de 2018, la cual se profundizó por los efectos de la pandemia y las propias decisiones de política económica.

También se destaca la prioridad dada a los objetivos políticos en detrimento de los económicos: por caso, queda claro que la discusión del presupuesto y acuerdo con el FMI se postergó para después de las elecciones legislativas de noviembre, quedando ahora presionado (gobierno y FMI) para hallar un acuerdo antes de marzo de 2022, dado que en ese mes comienza una serie de pesados vencimientos de deuda con dicho organismo internacional y Club de París, imposibles de afrontar con las reservas internacionales de libre disponibilidad existentes.

Los últimos indicadores de actividad disponibles muestran que la economía se recuperó respecto al mismo mes de 2019. Pero la menor recuperación se da en el salario real (+1,2%), que aún se encuentra un 12,2% por debajo del nivel de 2015, reflejando la situación aún precaria existente con el consumo masivo.

El alto déficit fiscal observado, derivó en una rápida expansión de los pasivos monetarios del BCRA, que en 2021 alcanzarán 10,1% del PIB, contra 4,7% en 2019 y 5,9% en 2015. Sólo en 2017 (11,4%) se observó un guarismo superior al de 2021, en los últimos años. Por otra parte, las reservas de libre disponibilidad del BCRA alcanzan en 2021 a sólo 5,5 mil millones de dólares, lo cual en la visión del gobierno le genera la necesidad de no aflojar (sino incrementar) distintos cepos.

Esto le ponen un límite a la expansión económica en 2022, tras el fuerte rebote que se está experimentando en el año corriente. El tipo de cambio real (TCR) contra el dólar se halla un 13% menor que en 2019, aunque todavía 51% arriba del valor de 2015, cuando exhibía un fuerte retraso.

Desde enero de 2022, el TCR deberá como mínimo no seguir cayendo, y lo más probable es que suba, aunque sea en términos moderados, lo cual ocurriría en forma de aceleración de las minidevaluaciones diarias.

Claramente uno de los mayores fracasos de la actual administración lo constituye la tasa de inflación, que resulta del 51%, versus 52% en 2019 y 25% en 2015, aun cuando en el corriente año se exhibe un fuerte atraso tarifario (mayor que en 2019 pero menor que en 2015) y un TCR levemente bajo.

Las exportaciones subieron entre 12 y 16 mil millones de dólares respecto a 2019 y 2015, respectivamente, aunque en gran medida por los favorables términos de intercambio existentes desde 2020. Con importaciones similares a las de 2015, pero 8,6 mil millones de dólares superiores a las de 2019, este año se observa un superávit comercial en torno a U$S 14 mil millones. Aun así, la Cuenta Corriente de la Balanza de Pagos es apenas positiva en 2021 (U$S 2,7 mil millones), que junto a los incentivos que provoca el cepo cambiario no permite acumular dólares en las reservas del BCRA.

Supuestos que arden.

El proyecto de presupuesto 2022 prevé supuestos macroeconómicos optimistas, al menos si se lo compara con lo que prevé el mercado a través del REM de Noviembre. El gobierno proyecta una inflación 19 puntos más baja que el consenso del mercado (y 4 puntos por debajo del mínimo del REM), un dólar 30 pesos más barato, un cremiento económico 1,5 pp superior al consenso y exportaciones e importaciones también por encima de lo esperado por el mercado.

Si la recaudación en el proyecto de presupuesto está estimada con una inflación de 33%, pero la real resulta mayor, entonces podría tener la posibilidad de decidir discrecionalmente sobre el destino de los recursos adicionales, y disminuir (o no) el déficit previsto inicialmente.

Por ejemplo, si la inflación en 2022 resulta similar a la de 2021 (en torno al 52%), y por ende se recauda más que lo presupuestado, si el gasto en jubilaciones y AUH se mueve en forma similar a la inflación 2, y el resto del gasto primario aumenta un 33%, entonces el déficit primario podría ser de 1,4% del PIB en lugar del 3,3% presupuestado.

Este sería un caso en que el gobierno aprovecha la mayor inflación para finalmente alcanzar un déficit menor, licuando las erogaciones que no sean jubilaciones y AUH, que siguen su propia movilidad. Si el gasto (que no son jubilaciones y AUH) aumenta un 41% en 2022, también con cierta licuación real, entonces el déficit primario podría resultar de 2,1% del PIB.

En cambio, si el gobierno sube un 51% el gasto, se alcanzaría un déficit primario similar al presupuestado, y si el gasto aumenta como el PIB nominal, el déficit sería de 3,5% del PIB. En definitiva, la subestimación de la inflación en el presupuesto puede permitirle luego alcanzar un déficit menor al presupuestado (con cierta licuación de gasto), o usar discrecionalmente el exceso de recaudación y terminar con un déficit igual o mayor al presupuestado.

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