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Enero, un festival grotesco en la política

Enero, un festival grotesco en la política

Columna por Walter Giannoni.


La política argentina concluyó en enero un festival donde ha dado un espectáculo bochornoso. Muy alejada de las situaciones urgentes que el país debe resolver y que impactan de lleno en la vida cotidiana de sus habitantes, el tratamiento en el Congreso de la ley Bases se asemejó muchísimo a aquella inolvidable frase de Cambalache: “Todo es igual, nada es mejor. Lo mismo un burro que un gran profesor”.

Es obvio que siempre la primera responsabilidad es de quien ejerce el Gobierno, en este caso Milei. Autogestionado en sus ideas (algunas liberales y otras, simplemente, berrinches infantiles sin color ideológico) mandó un paquete de normas que luego debió empezar a desarmar de apuro para conseguir avales.

Del otro lado, en la oposición, el show fue grotesco, a partir de un kirchnerismo abofeteado, desconcertado y enfurecido por una derrota electoral frente a un candidato que, como se vio en el armado de su gabinete de gobierno y ahora en este debate, estaba solo en la política y en la vida.

En los debates apareció el “burro” delineado por Discépolo: parlamentarios que argumentaban cuestiones desopilantes para enfrentar un proyecto de ley que ni siquiera habían leído. O planteos de clase propios de asambleas estudiantiles. Gritos, matoneadas, golpes bajos… cualquiera.

Todo bordoneado por las consecuencias todavía latentes de la gestión de Sergio Massa en su fase extrema de emisión pantagruélica para ganar unas elecciones que después perdió. Perdieron. Entre esas consecuencias está el desaguisado fiscal que ahora asfixia a las provincias y que se mezcló en la negociación con los planteos por las economías regionales. Y para que al festival no le falte nada, apareció la CGT, la misma que organizaba actos de campaña para Massa, lanzando el paro más veloz de la historia. Fracasó y le sumó más desprestigio a sus mascarones de proa, sin representatividad alguna para la enorme mayoría de los trabajadores del país que pasan aceleradamente del empleo formal al informal.

Entre eso, la economía se desempeñó como pudo, con errores y aciertos, aunque lejos aún de generar confianza para la inversión. Las anclas todavía no terminaron de afirmarse en el fondo como para bajarle el ritmo a la inflación y que se note. Quizás la mayor y mejor noticia de todas, es la acumulación de reservas que permitiría comenzar a normalizar la relación con el mundo. Y luego, todo dependerá de los dólares que traiga el campo, como siempre, más que nunca.

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