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A todos nos alcanza el tsunami

A todos nos alcanza el tsunami

Columna de Walter Giannoni


A esta guerra interna le faltan varios capítulos. Alberto Fernández trata de reacomodar las fichas como puede, con desprolijidad y a los ponchazos como vaqueano que intenta frenar un incendio.

Reconozcamos algo: para personas medianamente informadas, no sucedió nada que no tuviera altas probabilidades de ocurrir. Lo que pasa es que pensarlo y después verlo en la realidad, sorprende… y preocupa.

Pero desde el día en que se presentó aquella sociedad despareja entre CFK y Alberto, todos presumíamos arrancaba un reloj con solamente dos chances a la vista: el sometimiento o la eclosión.

¿Cuál es la novedad ahora? En todo caso, la más sobresaliente, es que ocurrió entre medio de un proceso electoral donde el manual de la política dice que jamás habría que hacer olas. Pero acá hubo un tsunami.

Hay que hacer un análisis lineal y no deslizarse tanto por las intrigas. Con el resultado de las Paso, Cristina se sintió acorralada. Si ese veredicto se repite su poder político habrá quedado destrozado.

Sin mayoría en el senado y con los votos justos en diputados –donde gobierna su hijo– es imposible dominar a la justicia, como pretende, para de paso salvar sus trapos. Se sintió un político sin poder y encendió la mecha.

Aquí el tema central es el momento en que esta pelea se desarrolla. Como sostienen economistas, en las últimas dos décadas la Argentina se consumió sus stocks de capital. Vació todas sus cajas y se endeudó afuera. Y además, también como sostienen politólogos, se deglutió su capital político, la caída del kirchnerismo es el último bocado. La suma de ambos factores da un resultado en extremo peligroso.

La caja de herramientas para arreglar este artefacto es en extremo limitada: una oposición como alternativa que viene del fracaso en la gestión económica, una máquina de imprimir billetes exigida a fondo y el campo que –hasta cierto punto– mantiene vivo el pulmotor de divisas. No hay más nada ahí adentro.

Del otro lado, la mitad del país en la pobreza y contando, una bomba de endeudamiento (échense la culpa como quieran), la pandemia que sigue y una sociedad confundida y desconcertada. También corporaciones que creen que aquí no ha pasado nada y que resistirán tenazmente cualquier reforma que se pretenda aplicar.

Apenas nos moja o nos ahoga, pero a todos nos alcanza el tsunami.

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