
Aerolíneas: la ilusión de que nunca hay que ajustar
Columna de Walter Giannoni.
Existe una ilusión muy acendrada en la sociedad argentina. Una ilusión regada e incentivada desde la política por evidente conveniencia pero sobre la cual los habitantes del país tienen una responsabilidad primaria.
Es la creencia de que se puede vivir en un contexto de desarrollo del capitalismo, propiedad privada y generación de oportunidades permitiendo al mismo tiempo que el Estado acumule largos y profundos déficits.
Es la ilusión de que se puede gastar libremente, la ilusión de que nunca hay que generar ajustes y que sólo con una máquina de imprimir billetes se soluciona la vida de todos.
Lo raro, lo extraño, es que los argentinos ya tenemos suficiente experiencia sobre cómo terminan esos procesos pero lo seguimos permitiendo. Con el agravante de que 20 años atrás una devaluación equilibraba los desajustes. En la actualidad sólo agravaría la pobreza y la miseria.
Eso sucede, por ejemplo, con el remanido caso de Aerolíneas Argentinas bajo el paraguas de un criterio abstracto y lábil que la encuadra como una “aerolínea de bandera”. La pandemia le vino como anillo al dedo a quienes la colocan en esa posición por el simple hecho de que la mayor parte de las compañías de capital privado debió replegarse y dejar sus aviones en tierra.
Pero aun otorgando fuertes concesiones a ese criterio de que es necesario tener una empresa aérea nacional que permita conectar con el país y el mundo, y efectuar acciones como traer vacunas, el desmadre de gastos que implica el funcionamiento de Aerolíneas Argentinas parece una carga muy pesada para un Estado raquítico de dólares.
La ilusión de que se puede vivir sin tener que ajustar nunca el gasto porque la presión corporativa no lo permite produce cosas como las que estamos viendo por estos días: Aerolíneas recibió 638 millones de dólares de todos nosotros en los últimos 12 meses. Consume 1,26 millones de pesos cada 15 minutos, acaba de revelar el diario La Nación.
En lugar de ponerse en discusión sobre la mesa una reestructuración, que inclusive pueda impulsar la creación de otras compañías aéreas privadas donde se derive capital humano de “línea de bandera”, el Estado mantiene extendida la mano generosa. Es incómodo comparar peras con manzanas, pero lo hace en un país que tiene la mitad de su población bajo la línea de pobreza.