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Argentina tocó un extremo

Argentina tocó un extremo

Por Walter Giannoni.


Por fortuna las balas no salieron del revólver. La vida de Cristina Fernández de Kirchner, además de la tragedia que supone para la persona y del dolor inconmensurable de quienes la rodean, habría implicado una herida sangrante y profunda en la Democracia argentina y en el futuro del país, se escriba como se escriba este.

Fue un episodio de una gravedad suprema, difícil de igualar y de asimilar. Es cierto que a Raúl Alfonsín durante una visita a un campo militar de Córdoba le pusieron una bomba que no detonó.

Hubo disparos en un acto político que protagonizaba el líder radical. Pero en este caso, el cañón del arma estaba a escasos centímetros de la cabeza y se gatilló con intenciones de matar. Solo su efectiva detonación le hubiese puesto más gravedad a lo ocurrido en la noche del jueves, pero de igual manera se llegó a un extremo. Apenas unos centímetros más adelante habitaba la muerte.

Nuevamente, por fortuna los proyectiles no salieron y la vicepresidenta está viva. Todo lo que vino después de ese instante milagroso, será materia de discusión. Primero que nada, que se llegue a la verdad porque la cantidad de preguntas sin respuestas ensordecen. El mayor interesado en dilucidarlas debería ser el propio oficialismo, aquellos que en las horas posteriores declararon su afecto y apego a Cristina.

Es una reducción inaceptable el argumento de que la violencia ha sido engendrada desde la oposición y los medios de comunicación. Sería peligroso creerlo porque, justamente, las democracias se construyen con oposición y con prensa libre. También resultaría inconducente poner en marcha un “violentómetro”, es decir, quién empezó y cómo se alimentó esta estación donde los argentinos estamos parados con cierto desconcierto esperando lo que viene.

Otra construcción inaceptable es ligar esto al avance de la causa judicial en su contra. Del estruendo jurídico y político a que alguien prácticamente apoye un arma en la cabeza de otra persona con intenciones de disparar hay una distancia sideral. A Cristina intentaron matarla, punto. Es una verdad que no admite cuestionamientos. Gravísimo y repudiable.

Antes de todo esto, afirman en el Gobierno, la líder del kirchnerismo había comenzado a acompañar ciertas medidas ortodoxas de Sergio Massa para construir alguna contención a la crisis macroeconómica. El efecto político del ataque puede poner en jaque esta idea porque, obviamente, el jueves volvió a cambiar todo.

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