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Competitividad: los mejores y los peores sectores

Ranking. Alimentos y productos farmacéuticos lideran el ranking. En el otro extremo están la producción de textiles, calzado y la fabricación de madera.

Argentina, como país, cae en los rankings de competitividad, pero la baja no es pareja para todos los sectores. Alimentos, productos farmacéuticos y metales básicos logran mantenerse a flote pese a que la coyuntura les juega en contra. En el otro extremo, calzado, indumentaria y producción de madera no consiguen salir adelante.

Un trabajo de abeceb.com evalúa la competitividad de 24 sectores industriales en base a sesenta variables de carácter cuantitativo segmentadas en dos ramas: las de carácter sistémico y las sectoriales. “Un sector es relativamente más competitivo que otro cuando, inmerso en el contexto general de competitividad nacional, ha logrado crear y mantener las condiciones para que sus empresas puedan competir globalmente ganando mercados o consolidando su posicionamiento en los existentes y a la vez generar empleo, inversiones e innovación”, explica Alberto Schuster, director de la Unidad de Competitividad de abeceb.

Con los recursos naturales a favor y una amplia inserción internacional, el sector alimentos se ubica en el primer lugar del ranking de competitividad. Segundo aparece el sector farmacéutico, que sobresale por inversiones en infraestructura productiva y de investigación y desarrollo y por la calificación de sus trabajadores. El podio se completa con el sector de insumos metálicos básicos, cuya performance se explica por la presencia de empresas líderes a nivel mundial –como Techint y Aluar–, lo que consolida a la Argentina como uno de los principales exportadores de productos siderúrgicos.

Entre los factores que más impactan en la competitividad está la situación geográfica, la poblacional y la dotación de factores productivos . “Además, incide de manera sustancial la política macroeconómica y de inserción internacional, el esquema regulatorio imperante, la infraestructura, la educación y la salud, entre otros factores. La acción del Estado también tiene una fuerte influencia, direccionando la política industrial para dar incentivos a determinados sectores respecto de otros”, señala Schuster.

Aun en condiciones adversas, la producción de alimentos acumula un alza del 3,1% en el año. En ese período las exportaciones retrocedieron 23,1%. Los precios medios de exportación son los causantes de los menores ingresos, ya que cayeron 25%, mientras que las cantidades subieron 3,6%. Para Alejandro Ovando, director de IES Consultores, “la demanda de alimentos por parte de las economías en desarrollo sigue con fortaleza, por lo que la perspectiva sectorial es positiva. Los valores se mantendrían elevados en términos históricos”.

En los productos elaborados por laboratorios, las exportaciones aumentaron 1,5% en volumen y 3,3% en precios. “Para lo que resta del año, la recuperación de la producción y las exportaciones contrastará con un descenso en las ventas internas”, plantea Ovando.

Dante Sica, director de abeceb.com, sostiene que “este ranking evidencia que están mejor posicionados los sectores que están expuestos a la competencia externa, aprovechan las ventajas comparativas y desarrollan inversiones. En cambio, aquellos cuya producción se destina al consumo y al mercado doméstico y dependen de insumos importados están en una situación de desventaja”.

Además de la situación particular de cada sector, la performance general de la economía también influye. “Una macroeconomía sana constituye una condición necesaria para mejorar la competitividad. Esto requiere mantener precios relativos en línea con los fundamentos de la economía e incluye desde el tipo de cambio y los salarios hasta las tarifas de los servicios públicos”, apunta Sica.

Además de los líderes, los sectores que mostraron una mejora más pronunciada en la competitividad durante la última década fueron el rubro automotriz, los productos químicos, las bebidas y las autopartes.

En contrapartida, al final del ranking aparecen la fabricación de calzado, indumentaria y madera como los menos competitivos. Se trata de sectores que están básicamente orientados al consumo interno y que son generadores importantes de empleo, por lo que los gobiernos tienden a beneficiarlos. Según IES, la producción nacional de calzado se achicará 1% este año, no por caída de demanda sino por suba de costos y menor productividad. Ese millón de zapatos que dejarán de producirse aquí será cubierto por importaciones. “La característica que comparten estos sectores es la fuerte protección oficial que traba la importación, fundamentalmente de productos provenientes de China, pero también de Brasil”, detalla Sica.

Pero a la vez, las medidas proteccionistas y el cierre de los mercados terminan empujando al país hacia abajo en los rankings internacionales. Según el índice de competitividad global elaborado por el Foro Económico Mundial, la Argentina se encuentra en la posición 106 entre 142 países relevados. Este indicador mide cómo utiliza el país los recursos de los que dispone y evalúa su capacidad para proveer a sus habitantes de un alto nivel de prosperidad. Desde 2006, la Argentina cayó 36 posiciones en este ranking. Solo tuvo mejoras en la categoría “capacitación y educación superior”. El resto de los rubros relevados empeoraron. El entorno económico y la eficiencia en el mercado de bienes son los rubros que más cayeron. En cambio, Chile continúa siendo el país más competitivo de la región.

Para Diego Giacomini, de la consultora Economía y Regiones, “la competitividad no depende únicamente del tipo de cambio, sino también de la relación gasto público-PBI, de la calidad del gasto público, de la presión tributaria, del costo de capital y de las condiciones monetarias relativas entre países”.

Para lograr que los sectores retrasados ganen competitividad, “hay que aumentar la productividad. Y el camino hacia la productividad es la inversión, la incorporación de tecnología, una infraestructura adecuada y el desarrollo de instituciones creíbles que aseguren no sólo un clima de inversión amigable, sino también bajos niveles de conflicto social”, concluye Dante Sica.

Fuente: iECO Clarín

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