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Córdoba y los incendios: ¿Quién se le anima a un pacto verde?

Córdoba y los incendios: ¿Quién se le anima a un pacto verde?

Los daños provocados por el fuego reinstalan el debate sobre el eje ambiental. Sería barrer estas cenizas debajo de la alfombra si sólo se trata de buscar un par de culpables.


Por Carlos Petroli
Especial para Container


¿Sería acaso ilusorio soñar con una manifestación de ciudadanos exigiendo que todos los autos que circulan por la ciudad utilicen combustible libre de gases de efecto invernadero? Etanol de maíz, por ejemplo. O estos mismos manifestantes (muy comprometidos con el medio ambiente) que reclamen por una estricta separación de residuos en sus casas; y que luego los miles de toneladas de basura que generan cada día se conviertan en bioenergía o en otros materiales reciclados. Que los residuos no terminen enterrados o en montañas contaminantes, como sucede desde hace tantos años.

Esa imagen de los sueños casi siempre termina en frustración: la realidad  solo muestra gente que protesta por “ecocidios” en los que se involucra a funcionarios, inversores, productores del agro, a quienes se cuelga el sayo de una pila de desgracias ambientales.

¿Y por casa cómo andamos? Los devastadores incendios en la sierra y en el llano dejan junto con sus secuelas lecciones por encima de los oportunismos (entre ellos los legislativos, que nunca faltan).

De qué manera Córdoba, sus habitantes y recursos pueden involucrarse en un pacto verde, un consenso dirigido a “producir conservando” y a “cambiar temor por conocimiento”, como postula la ingeniera agrónoma (UNC) Alicia Cavallo.

En un juego de espejos con el desafiante Pacto Verde europeo (los países miembros de la UE se están fijando metas “de la granja a la mesa” con patrones ambientales en un horizonte de 20 o 40 años), Córdoba puede fijar  su propia hoja de ruta: incluir dentro de estos propósitos a su matriz energética, de infraestructura, junto con la producción agropecuaria e industrial, sus corredores biológicos, la gestión de residuos, la contaminación urbana, la creación de núcleos habitacionales, la agricultura periurbana, el ordenamiento territorial.

Cuando se trata de estos temas, la biblioteca de los defensores del ambiente está colmada de teorías que ponen al sistema agrícola como el causante de todos los males y, como tal, convidado de piedra en la búsqueda de remedios y soluciones. De manera extra punitiva, se lo responsabiliza de los desmontes, de la huella hídrica y ecológica, y se lo pone en la línea de fuego de todas las prohibiciones y castigos.

Córdoba, provincia heterogénea (agropecuaria, turística, industrial, académica, tecnológica) con apreciables desniveles en su desarrollo, ya bebió de esta medicina con planes que languidecen (como la cría bovina en el norte) en estas hogueras ambientales.

Algunos planetas buscan alinearse en materia de buenas prácticas agropecuarias o de legislación agroforestal. La controvertida frontera del periurbano (la transición entre lo rural y las ciudades) también está en vías de construir institucionalidad. En el Ministerio de Agricultura acaban de presentar en sociedad al ingeniero agrónomo Lucas Andreoni, a cargo de un programa piloto que entrará en funciones en acuerdo con universidades y municipios. Se harán diagnósticos y trabajos sobre corredores biológicos,  cortinas forestales, paisajes multifuncionales y puesta en valor de los servicios ecosistémicos. ¿Quién más se le anima a estos pactos verdes?


Esta nota fue publicada en la edición digital de la Revista Container del 11/10/2020.

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