
Daños y perjuicios: por qué el cepo sobre la carne tiene que volver atrás
En la cadena de ganados y carnes esperan que el Gobierno restablezca las exportaciones para evitar males mayores sobre el sistema productivo y sobre los propios consumidores.
Un frigorífico que integra consumo y exportación -para lo que requiere una dotación de 400 empleados- paga 60 millones de pesos mensuales en salarios. Si a esto se le agrega el capital de trabajo de la actividad, la suma se eleva a 300 millones de pesos en esa sola unidad productiva.
Estar 30 días sin saber cómo organizar la producción le acarreará a esta planta un perjuicio muy grande. Una de las razones por las cuales en la cadena se considera que la suspensión de exportaciones es una medida desafortunada; el Gobierno debería volver sobre sus pasos cuanto antes. Si esto no ocurre, el daño será irreparable.
Esta fue una de las referencias durante las Charlas Granaderas (Granos+Carnes) organizadas por la Asociación de Frigoríficos de Córdoba (AFIC) y la Federación Regional de la Industria de la Carne (FIFRA). Expusieron Daniel Urcia (AFIC-FIFRA), el economista David Miazzo (FADA) y el consultor Federico Santángelo, de Agroideas.
Se dijo que la situación de la industria es complicada, porque ya venía con pérdida de competitividad y costos en aumento, y con este parate “no hay ninguna mejoría”. Para la actividad ganadera, que decide a tres años vista, este cambio de reglas es preocupante.
Por si algo faltaba, el cese comercial ganadero puede tener un efecto bumerán: que la sociedad urbana haga responsable al campo si en unos días escasea la carne, cuando esto fue ocasionado por una decisión del Ejecutivo.
Se enumeraron otros fundamentos referidos a la inconsistencia del cepo exportador.
-De 700 pesos que se pagan por un kilo de carne vacuna, alrededor de 200 son impuestos, 75% de ellos de jurisdicción nacional, casi 34% corresponden a IVA. El maíz representa 15,5% del valor del novillo y 11% del valor final de la carne. El precio del asado en dólares oficiales no llega al promedio de la última década (todavía se encuentra en niveles relativamente bajos).
-La caída del consumo está en línea con la caída de los salarios reales. Como en otros productos, se pasan a segundas opciones. La relación pollo/asado está en los máximos históricos de una década (3,6 a 1).
-Las cuotas que quedaron abiertas para exportación representan sólo 8% (el año pasado fueron 74.000 toneladas sobre un total de 900.000). Se está cerrando el 92% de las ventas al exterior. El consumo tendría que saltar a 60 kilos por habitante, un ascenso muy significativo.
-El camino de mediano plazo es aceptar una dieta más diversificada en carnes (hoy se consumen 110 kilos con el agregado de pollo y cerdo). Sería la forma en que la ganadería se podrá liberar de una mirada tan politizada.
-Los indicadores muestran que la exportación no fue el gran detonante de la suba de precios de la carne: durante las gestiones 1 y 2 de CFK, a pesar de devaluaciones de 200% y una disminución del 63% en las exportaciones, el precio al consumidor subió 263%.
-Durante la gestión Macri, con 500% de devaluación y 340% de aumento en las exportaciones, el precio al consumidor subió 186%. Y en lo que va de la actual administración, con una devaluación oficial del tipo cambio de 60%, la exportación el año pasado creció sólo 2%, mientras el precio al consumidor lo hizo 108%. El problema es la inflación: pueden caer fenomenalmente las exportaciones y el precio de la carne seguir subiendo. El cierre de las exportaciones no tiene sentido, se argumentó.
Esta columna fue publicada en la edición digital de la Revista Container el domingo 30 de mayo de 2021.