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Demasiados pesos, para un Gobierno sin peso

Demasiados pesos, para un Gobierno sin peso

Columna por Lic. Nancy Villarruel, Economista.


Quince días atrás, en una entrevista radial, Gabriel Rubinstein dijo de la llegada de Sergio Massa a Economía: “Alberto Fernández ya perdió mucho poder y muchísima credibilidad. Yo asesoro empresas, bancos, etcétera, y casi no le damos bolilla a lo que diga o no diga Alberto Fernández. Tiene la lapicera esa que está bastante mojada pero por lo menos puede decidir tomar decretos y en general no decide o es contradictorio”.

No es mi intención juzgar la aseveración ni a quien la dirigió. Como economista y argentina, hace tiempo me preocupa –entre otras cosas– la desvalorización de nuestro dinero frente al dólar.

Para que una moneda sea considerada dinero debe cumplir con tres funciones principales: a) servir como medio de pago o intercambio; b) servir como unidad de cuenta; c) servir como reserva de valor. La tercera acepción merecería una discusión académica. Con nuestra historia inflacionaria, los argentinos no usamos al peso como reserva de valor, y por la misma razón no sirve para hacer cálculo económico, por ejemplo, estimar proyectos de inversión, costos futuros de mano de obra, de insumos, de gastos fijos, entre otros.

Repudiamos nuestra moneda porque abunda, porque se deprecia día a día, porque no sirve como referencia para saber si algo está caro o barato. El respaldo del peso no es otro que la confianza que la gente pueda tener en la calidad institucional del gobierno que la emite. Los billetes por sí mismos carecen de valor. Incluso el metal con el que se fabrican las monedas cuesta más que el valor que representan. Por eso se llama “dinero fiduciario”, porque no tiene respaldo en oro, ni en dólares, ni en ningún otro bien; sólo la confianza.

Esta semana asistimos a una conferencia de prensa de quien se ha investido a sí mismo como el “superministro”. Además de la opinión de argentinos descontentos con el rumbo económico, está también la de los aliados al Gobierno, lo que agrega presión y desconfianza.

Nuestro dinero vale poco porque se basa en la confianza. Y los dirigentes políticos argentinos no ofrecen ese valor. Son, lamentablemente, como los pesos: abundan y se deprecian día por día.

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