Economía en un campo minado
En Argentina desde 2011 no crece la producción, caen las exportaciones, el consumo masivo apenas se salva y sube la tasa de pobreza. El modelo económico está agotado, pero no están agotadas sus consecuencias. Si se superan con éxito los primeros desafíos, vendrán los objetivos y desafíos a más largo plazo. Y aquí también existen riesgos.
Por Marcelo Capello Presidente de IERAL de Fundación Mediterránea.
En Argentina desde 2011 no crece la producción, caen fuertemente las exportaciones, el consumo masivo apenas se salva y sube la tasa de pobreza, hasta ubicarse en el 28% de la población. Está claro que el modelo económico está agotado, aunque igualmente debe quedar claro que no están agotadas sus consecuencias. Buena parte de ellas afectarán a la nueva administración de gobierno que asuma en diciembre de 2015, dado que el gobierno saliente ha tenido en estos últimos meses como única estrategia evitar asumir los costos políticos y sociales que acarreará desmantelar los graves desequilibrios e inconsistencias que se fueron generando en los dos períodos de Cristina Fernández de Kirchner en la Presidencia de la Nación.
Para alcanzar dicho objetivo debía evitar tanto devaluar en forma pronunciada la moneda local como corregir el gasto en subsidios económicos (y por ende las tarifas de los servicios públicos), sendos objetivos que la administración saliente está en condiciones de lograr de aquí al 10 de diciembre. Un éxito para el grupo que deja el gobierno, no necesariamente para el país, pues los insostenibles desequilibrios externo y fiscal que quedarán como legado requerirán próximamente comenzar a ser corregidos. Y la sociedad quedará confundida entre causas y consecuencias, entre quienes originaron los problemas y quienes intentarán corregirlos.
El gobierno que asuma en diciembre se encontrará con reservas netas exhaustas en el BCRA y un tipo de cambio sumamente apreciado, tanto o más que al final de la Convertibilidad, y sólo superado en atraso en los últimos 65 años por el dólar de la “Tablita” de Martínez de Hoz. Atraso cambiario y escasez de reservas conducirán más temprano que tarde a la necesidad de mejorar la competitividad cambiaria. Y la nueva administración también encontrará un impresionante agujero fiscal causado básicamente por los subsidios a la energía y transporte, que también se deberá comenzar a desarticular, si se desea bajar la inflación a mediano plazo. Tanto la muy probable suba del tipo de cambio como la reducción del gasto en subsidios (subirán tarifas netas) afectarán negativamente el poder adquisitivo de las familias de ingresos fijos, por lo que el consumo masivo no despegará rápidamente con el nuevo gobierno, más bien podría ocurrir inicialmente lo contrario.
Pero por otra parte el futuro presidente y su equipo muy probablemente tendrán otra visión sobre la economía y generarán más confianza en inversores internos y externos, y consumidores locales de bienes durables. Después de dar una mayor dosis de realismo al tipo de cambio, y si la nueva política fiscal y monetaria resulta creíble, es muy factible que retornen al circuito económico los dólares del “colchón” y los “silos bolsa”, así como los inversores externos se apuren por entrar a una economía con activos aún baratos. Además, dado que desde 2016 ya no podrán utilizarse reservas del BCRA para pagar deuda externa, por el simple motivo que ya no serán suficientes, el año próximo deberá arreglarse el conflicto por la deuda con los holdouts, para así Argentina volver a los mercados internacionales de crédito.
Las inversiones internas y externas, el uso de los dólares y soja ahora inmovilizados y el acceso al financiamiento externo podrían reactivar a los sectores productores de bienes de inversión y bienes de consumo durables, tales como fabricantes de automotores, electrodomésticos, maquinarias, construcción privada, etc.
Lo que ocurra con el nivel de actividad en el primer semestre del nuevo gobierno dependerá de cuál de los dos factores antes explicados impacte con más fuerza sobre la economía. Con Macri la suba del tipo de cambio podría resultar mayor y más rápida, pero también mayor la atracción de capitales, que podría ayudar a compensar parcial o totalmente los efectos sobre el nivel de actividad. Scioli, en cambio, podría resultar más gradualista en ambos frentes. Macri tiene más riesgos en sus primeros seis meses de gobierno, mientras que Scioli más probablemente los tendrá en el segundo semestre de 2016 o en 2017, si las reformas se demoran demasiado y la economía tiende a estancarse del todo, o directamente comienza a caer, como le ocurrió a Dilma Roussef en su segundo mandato en Brasil.
Seguramente el nuevo gobierno aplicará un mix entre shock y gradualismo, con Macri promediando más cerca del primero y Scioli del segundo. Lo más urgente será devolver la confianza con reformas institucionales claves, como reconstruir el INDEC y desactivar el avance del Poder Ejecutivo sobre la Justicia. El atraso cambiario merecerá también una atención temprana, al menos iniciar el proceso. Por el lado de los subsidios y las tarifas más probablemente existan soluciones graduales. Arreglar con los holdouts también resultará un objetivo prioritario, aunque mientras mayor necesidad muestre Argentina de solucionar rápido el conflicto, más débil entrará en la negociación. De la velocidad y magnitud con que se obtengan dólares para la reservas del BCRA, resultará a su vez el ritmo con que se abandone el cepo cambiario.
Si se superan con éxito estos primeros desafíos de la nueva administración de gobierno, que son más coyunturales y que probablemente se llevarán todo el año 2016, vendrán los objetivos y desafíos a más largo plazo. Y aquí también existen riesgos. El principal será saber construir pacientemente una economía competitiva e inclusiva que tenga entre sus principales objetivos vender cada vez más productos al mundo, con creciente agregado de valor. Para de ese modo crecer equilibradamente entre mercado interno y externo, y lograr generar masivamente empleos privados de calidad, en forma sostenida en el tiempo, única manera de aumentar el bienestar de la población a largo plazo.
Y aquí deberá evitarse la tentación de los cantos de sirena de las reactivaciones asentadas sólo en el consumo público y privado, que suelen resultar políticamente muy tentadoras para cualquier gobierno que debe inicialmente navegar en aguas movidas, y que de pronto comienza a recibir abundantes capitales y financiamiento. Será ese el momento en que deberá esquivarse otra secuencia de aumento del consumo con base en la apreciación cambiaria, y cuidar que la economía no derive nuevamente hacia la falta de competitividad y otra frustrada inserción exportadora externa. Allí comenzará a definirse el partido, la posibilidad de que Argentina inicie de una vez un proceso de crecimiento sostenido, que también sostenidamente saque a la población de la pobreza.
Fuente: Diario Alfil