
El 14, paredón ¿y después?
Columna de Walter Giannoni.
No parece, en este país constantemente agitado, pero el tiempo pasa. Estamos a solo tres semanas de las elecciones parlamentarias, un hecho al que no pocos le asignan el adjetivo de “decisivas”.
Es posible que tras conocerse sus resultados cambien muchas cosas o que no cambie nada. Los economistas no avizoran voluntad política para decisiones que modifiquen la curva de caída en la que indefectiblemente está el país.
Sin esa voluntad es imposible diseñar y aplicar cualquier programa. ¿De qué sirve hablar hoy de equilibrio fiscal, integración al mundo y recomposición de la consistencia entre las fuerzas de la economía si no existe esa voluntad? “Fulbito” para la tribuna.
Domingo Cavallo, hace unos días lo dejó muy en claro en una disertación. Condicionado para no meter más ruido en el proceso electoral, apenas se atrevió a exponer sugerencias básicas y lógicas para no agravar el descalce de divisas que amaga con dejar en cero las reservas.
Propuso que exportadores de servicios y el agro cobren a dólar libre. Y que el mercado turístico y financiero también funcionen libremente, de forma tal que se genere un incentivo para traer más dólares.
También Carlos Melconian recomendó “no ir por la heroica” de cambiar todo cuando median dos años de un Gobierno que se ahoga cada día con decisiones que ya no figuran en ningún manual del capitalismo y en los del otro lado de la biblioteca, dijo.
Pilotear como se pueda y convivir con la inflación hasta que cambie el signo político del país, no hay otra. Claro que arreglar con el FMI significaría un gran gesto de sensatez, permitiría a las empresas volver a tomar crédito en el exterior. Al menos eso.
Lo que sí se juega fuerte en la elección es el futuro de la institucionalidad y en particular de la estructura judicial. ¿Alguien puede afirmar sin ponerse colorado que la Justicia es independiente? Los estrados están llenos de pecados.
Pero ocurre que del otro lado aparece una intención evidente de apropiarse de los límites que plantea la existencia misma de ese contrapeso de la República: el Poder Judicial. Sólo el control del Congreso en otras manos podría garantizar que no ocurra. Pero en Argentina, nunca se sabe. Afuera lo tienen claro.