
El desastre energético tiene varios padres
Columna de Walter Giannoni.
Así como pobreza, gasto público y alta inflación son temas excluyentes para la economía, la situación energética –de íntima relación con esas tres temáticas– también está en el top five de los grandes problemas del país.
La energía es un tema donde hay mucha tela para cortar porque involucra cuestiones variadas, profundas, situaciones de arrastre, improvisaciones, visiones equivocadas, intereses económicos y sindicales, consecuencias de otras medidas erradas y, por supuesto, forcejeos políticos, por citar algunos frentes.
Hay que hacer aquí algo de historia. En 1983, cuando volvió la Democracia, el sistema energético argentino era un verdadero desastre que apareció en la superficie con los recordados “apagones de Alfonsín”. Fue una crisis desatada por la falta de “fierros”, es decir, de equipos para generar electricidad y conseguir gas, en definitiva, de estrategia e inversiones.
A partir del plan económico de 1991, comenzó a ejecutarse una recomposición de la infraestructura y la política energética basada, entre otras cosas, en la apertura a la participación del capital privado, con la intervención del Estado en áreas puntuales y estratégicas. Por ejemplo, surgió Cammesa como gran compañía administradora del sistema eléctrico y los entes reguladores.
Ese esquema funcionó y hay que decir con todas las letras que si, treinta años después, podemos encender un foco, es gracias a ese diseño.
La gran hecatombe de 2001/2002 detonó aquello y fue en 2003 cuando Néstor Kirchner, bajo el argumento de la crisis social, reprendió a Scioli, su vicepresidente, por haber anunciado una actualización tarifaria. El Estado pasó entonces a hacerse de casi todas las riendas del sistema.
En 2015 el financiamiento vía tarifas agonizaba, los subsidios eran una torta impagable y Macri entró entonces con la sutileza de un elefante en un bazar a tratar de arreglarlo. La intención era positiva; la estrategia, otro desastre.
Este Gobierno no ha hecho nada por arreglar esos problemas. Solo los pateó. Ya en febrero, antes de la sangrienta invasión rusa, se veía venir la eclosión. En 2019 paró el gasoducto de Vaca Muerta licitado por Macri por motivos ideológicos. Ahora le adjudicó la compra de todos los caños al único oferente, Techint.
Se perdieron otros dos años preciosos que, a no dudarlo, nos costarán muy caros.