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El Mercosur y otra nueva fuga hacia el futuro

Cada vez que los países sudamericanos no pueden cumplir un acuerdo, ponen una nueva fecha y trazan nuevos objetivos, que no se alcanzan jamás.

Las recientes medidas adoptadas por el Consejo del Mercado Común del Mercosur en San Juan con respecto a la implementación y puesta en vigencia de la futura unión aduanera es probable que se constituyan en una nueva confirmación de la sempiterna tendencia latinoamericana de huir hacia el futuro. Es que siempre hemos estado volviendo al futuro que se ha constituido en una especie de inalcanzable zanahoria puesta delante del asno que tira del carro como en el cuento infantil.

Hace cincuenta años, desde comienzos de 1960, estamos haciéndolo sin prisa y sin pausa. Estableciendo metas en el mediano o largo plazo que luego no se cumplen en modo alguno y que invariablemente se prorrogan, a veces hasta sin plazo cierto. Por eso, es que siempre decimos que el verbo prorrogar es el más utilizado en nuestro continente y el cual ya hemos aprendido a conjugar en todos los modos y tiempos posibles.

En 1960 el Tratado de Montevideo que creó la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) estableció como meta que para el 31 de diciembre de 1973 tendríamos una zona de libre comercio, algo que en ese momento parecía bastante lejano y por lo tanto con tiempo suficiente para concretar el objetivo. Al mismo tiempo, el Tratado reguló la formación de la Lista Común que estaría integrada por los productos que en esa fecha tendrían libre circulación entre los países miembros.

La Lista Común se conformaría en cuatro tramos negociados cada tres años. El primero de los tramos se hizo en 1964, no sin algunas dificultades aunque fue fácil incluir las mercaderías que ya estaban tradicionalmente en el comercio de los países miembros.  Pero el segundo tramo, a concretar en 1967, tuvo insalvables dificultades que impidieron su formación final. No vale la pena mencionar que obviamente tampoco se concretaron los tramos de 1970 y de 1973.

Así fue que, ante la imposibilidad de cumplir con los plazos establecidos, en la reunión de Caracas (de la que fuimos testigos presenciales), entre octubre y diciembre de 1969, se firmó el llamado Protocolo de Caracas, por el cual se prorrogó el plazo original para conformar la zona de libre comercio hasta el 31 de diciembre de 1980. Es decir, una vez más, una postergación y una nueva huída hacia el futuro.

Pero el transcurso del tiempo es inexorable y siempre se llega a la fecha propuesta. De modo que arribamos a 1980 y tampoco pudimos cumplir con lo acordado. Entonces nació la actual Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI) que, teniendo en cuenta las amargas experiencias anteriores, estableció en el II Tratado de Montevideo (el de 1980), en su Artículo 1º, que el objetivo de la misma es el mercado común latinoamericano, “a largo plazo”. Imagine el lector que ya conoce la penosa historia, lo que debe significar en nuestro idioma y tradición, algo que se realizará en el  “largo plazo”.

Más adelante, el Tratado de Asunción firmado en marzo de 1991 previó la realización del Mercado Común del Sur para el 31 de diciembre de 1994. Es conocida la historia: a mediados de ese año se renunció en las reuniones de Buenos Aires a concretarlo (lo cual fue confirmado en la reunión de diciembre en Ouro Preto), y se optó por alcanzar una unión aduanera para el año 2000. Siempre huyendo hacia delante. Llegó el 2000 y tampoco tuvimos unión aduanera.

La última fecha establecida posteriormente fue el 31 de diciembre de 2008. Actualmente, la unión aduanera acaba de planificarse en un proceso de tres etapas, el primero de los cuales comenzará el 1 de enero de 2012, y cumplidas esas tres etapas deberá estar concretado a más tardar el 1 de enero de 2019. Vistos los penosos y reiterados antecedentes en la materia, nos reservamos el derecho de ser totalmente escépticos. Salvo un cambio drástico en la actitud de nuestros gobernantes, estamos casi seguros de que los plazos volverán… a prorrogarse.

Cuando comenzó el proceso en 1960 teníamos nosotros veinte años y muchas ilusiones al respecto como la mayoría de los jóvenes y los estudiantes de esa época. Para ver, nada más que la unión aduanera entre los cuatro países del Mercosur, deberemos esperar (si es que vivimos) hasta los setenta y nueve años. Para ser testigos de la existencia del mercado común latinoamericano de que nos habla el Artículo 1º del Tratado de Montevideo de 1980 deberíamos ser prácticamente inmortales.

Mientras tanto los países latinoamericanos seguirán huyendo hacia el futuro, que como el horizonte, parece algo cercano pero que ha sido hasta ahora inalcanzable para nosotros. Lástima.

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