
Es la falta de reformas la que mantiene a la Argentina en la estanflación
El shock desregulatorio impulsado a través de un DNU por el presidente Javier Milei, va en el sentido correcto para aumentar la oferta de bienes y garantizar los contratos, señala un informe.
Un trabajo de los economistas Jorge Vasconcelos y Maximiliano Gutiérrez, del Ieral-Fundación Mediterránea, demuestra como la falta de reformas para acrecentar la oferta y regularizar las situaciones contractuales, es la que ha mantenido por décadas a la Argentina en la estanflación.
“Una provisión de bienes y servicios cada vez más cuotificada y restringida” es la causa central de la crisis y del atraso que se traduce en los datos económicos y sociales ya conocidos, explica el análisis que procura traducir el shock desregulatorio impulsado por Milei.
El combo de factores que han llevado a esta situación es variado, dice el informe: controles de precios cada vez más alejados de las “leyes de la gravedad”; escasez de insumos y partes importados derivados de los “cepos”; la incertidumbre para estimar los precios de reposición de la mercadería; la dificultad para firmar contratos (comerciales, alquileres, laborales, institucionales) funcionales a mejoras continuas de productividad y a una mayor oferta en el mercado; interrupciones frecuentes de la cadena de valor por causas que ya han sido superadas en países competidores de la Argentina, entre otros.
“Así, la curva de oferta de la economía argentina pasó con los años a ser cada vez más inelástica, una tendencia opuesta a la que se verifica en países de la región, muchos de los cuales compartían en el pasado estas características con la Argentina”, recuerda.
El DNU de Milei va en la dirección de remover varias las trabas que impiden competir y atraer inversiones. “Salir del statu quo siempre suscita interrogantes acerca del futuro, en particular en los sectores alcanzados directamente por las reformas que se busca introducir. Sin embargo, tras más de una década de estanflación, debería estar cada vez más claro que ha sido el anquilosamiento de distintas instituciones uno de los principales determinantes de ese fenómeno”, resalta.
Países que tradicionalmente han compartido con la Argentina normas contrarias al funcionamiento competitivo de los mercados, por excesos de intervención estatal y/o regulaciones inapropiadas (que, en general, vienen acompañadas de arbitrariedades del lado del sector público) han mostrado que los cambios no justifican los temores que suelen agitarse del lado de los defensores del “statu quo”.
Es el caso de Brasil y las reformas introducidas bajo el gobierno de Michel Temer, entre los años 2016 y 2017. No fue un aluvión de reformas, pero sí modificaciones sustantivas en términos de estabilidad y flexibilidad del lado de la oferta de la economía.
El resultado de esas reformas puede medir en los números de los últimos seis años, contundentes. Brasil, le sacó a la Argentina 13,1 puntos porcentuales de diferencia en el crecimiento acumulado del PIB desde 2017 (10,9 % vs -2,2%), brecha que también se registra en el aumento del empleo privado formal, de 9,8 % en Brasil y de 1,8 % en la Argentina.
“Es una lección que no debería minimizarse. En la Argentina, una fracción de la opinión pública parece creer que las reformas son sinónimo de ajuste, pero es exactamente al revés. ¡Es la falta de reformas la que nos mantiene en la estanflación!”, recalcaron los economistas.
En esta fase pos devaluatoria en la que han comenzado a “sincerarse” los precios, una forma de quitar incertidumbre es lograr que, del lado de la oferta de la economía, se deje atrás el funcionamiento excesivamente cerrado y falto de competencia de diversos mercados, así como la dificultad para firmar contratos que reflejen la voluntad de las partes.
Con mercados cerrados a la competencia, los precios se alejan de los fundamentos. Cuando se extremaron las restricciones impuestas por los cepos al cambio y al comercio exterior los productos importados subieron 486% sus precios, mientras que la variación del tipo de cambio oficial en ese período fue de 247%.
Así, por las restricciones existentes, el precio de los productos importados dejó de reflejar la evolución de la divisa en el mercado oficial, cada vez más testimonial, llegando a noviembre con un tipo de cambio implícito del orden de los 600 pesos por dólar.
La variación entre el tipo de cambio implícito de importados de noviembre y los valores actuales es de 57,5%, un salto significativo, pero lejos de la cuasi-triplicación que surge de tomar como referencia el tipo de cambio oficial de noviembre.
Con la eliminación de requisitos y autorizaciones para importar a través de los SIRA o los SIRASE, debería esperarse una mejora sostenida de abastecimiento de insumos y partes, a un costo realista y libre de las incertidumbres prevalecientes hasta hace pocas semanas. En que las reservas del Banco Central se recompongan, la disponibilidad de divisas también debería comenzar a normalizarse.
Con los salarios, lo más apropiado parece ser la compensación “mes a mes” del desfase observado entre inflación y trayectoria previa de las actualizaciones de sueldos.