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Gobernar a prueba y error termina en el dólar

Gobernar a prueba y error termina en el dólar

Walter Giannoni
Periodista | leer más notas

En Argentina, las elecciones se ganan con el bolsillo. La economía es la que habla, más allá de los discursos. Mientras en algunas democracias maduras de Europa los votantes pueden priorizar causas verdes o debates sobre la migración para poner el voto, en nuestro país la regla es simple: si el bolsillo duele, el gobierno paga en las urnas. Javier Milei lo sabe y por eso apostó todo a frenar la inflación como promesa y herramienta electoral. Es legítimo. Para lograrlo aplicó un ajuste clásico pero con ánimo: tijera sobre el gasto público. 

“Sabemos a dónde no queremos volver”, advirtió Nicolás Pino en la Rural, una frase que refleja el miedo a los fracasos de siempre. Pero la política electoral sigue su propio guion: vive de la inercia de un país siempre destartalado y acepta cualquier atajo con tal de ganar.

La suba del dólar oficial en julio desordenó el tablero. El Gobierno soñaba con una inflación de 1% en agosto, pero la realidad lo despierta: la devaluación siempre encuentra su camino hacia los precios. Una especulación que hace es que la recesión podría frenar el traslado. Comerciantes y empresarios lo sufren: “¿Hasta cuándo vamos a vender tres remeras por día?”, se lamentaba días atrás un conocido comerciante cordobés. Subir precios hoy es vender menos mañana.

A esta fragilidad económica se suma un estilo oficialista de prueba y error. Sí, hay prueba y error. La novela de las retenciones agropecuarias es un ejemplo: primero se bajaron para juntar dólares, luego subieron, y un mes más tarde se redujeron otra vez, ahora “para siempre”. Dos días después de ese anuncio, la devaluación dio al campo una renta que evidentemente no estaba en los planes de nadie, menos del Gobierno que cedió recursos.

Otro caso, el Gobierno buscaba que, tras eliminar las LEFI, los bancos migraran esos fondos hacia otras letras y a un esquema de “tasas endógenas”, definidas por el mercado. Sin embargo, el plan falló: $10 billones quedaron dando vueltas y gran parte se fue hacia el dólar. ¿La solución? Otra prueba con error: aumentar la tasa. Falló y evidenció los riesgos del desarme monetario improvisado. Quizás nadie en el mundo tenga experiencia en un desarme de estas características. Argentina es un talle único.

El calendario electoral corre y octubre parece a años luz. Mientras tanto, el bolsillo sigue siendo el juez más severo. Si Milei no logra mostrar resultados claros y sostenidos, la política le recordará su regla más antigua: en Argentina, la paciencia se mide en pesos y en precios. Por más frases anti castas que se lancen al terreno. 

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