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Histórico derrumbe del salario deteriora aún más el consumo

Histórico derrumbe del salario deteriora aún más el consumo

En dos décadas, los ingresos de los trabajadores se redujeron un 30%. Dato doloroso: en Córdoba una costurera cobra menos de un dólar la hora.


Días atrás, un fabricante de indumentaria de Córdoba ya retirado de su actividad principal no lo podía creer cuando CONTAINER reveló en un tuit que una costurera de indumentaria a fasón  ganaba menos de un dólar (paralelo o solidario, para el caso es lo mismo) por su hora de trabajo.

Ese nivel de retribución no sólo está en un piso histórico, sino que se ubica inclusive por debajo de varios países del tercer mundo. Solo la comprobación del dato con una antigua colaboradora, le permitió corroborar lo que decía el mensaje por la red social.



A ese nivel de salarios para un sector que cierto conocimiento de su actividad debe tener, un costurero puede juntar no más de 45 mil pesos mensuales con un trabajo de 10 horas diarias de lunes a sábado.

Es decir, si esa misma persona tuviera una jornada laboral normal de ocho horas, por cinco días a la semana, su ingreso se situaría en 26 mil pesos, casi la mitad por debajo de la línea de pobreza.

El punto es que, lejos de traducirse en una ventaja para las empresas que operan en el mercado interno, el derrumbe del salario es una preocupación adicional a lo que ya se vive con la crisis por la Pandemia.

Con esa colisión en los ingresos, ya se sabe y se ha comprobado hasta el hartazgo, no  se tracciona el consumo y el mercado termina concentrándose en la demanda más elemental de alimentos y bebidas, muy lejos de bienes durables, indumentaria de calidad y un largo etcétera.

El panorama es más crítico cuando se cala en la informalidad laboral. Hace unos días, la consultora cordobesa Idesa al interpretar datos del Indec señaló mediante una actualización de datos a valores presentes:

En el año 2000 la mediana del salario privado registrado era de $ 43 mil, mientras que la línea de pobreza para una familia tipo era de $ 37 mil a precios actuales.

En agosto del 2020 la mediana del salario privado registrado es de $ 48 mil, mientras que la línea de pobreza para una familia tipo es $ 45 mil.

Esto significa que mientras que en el año 2000 la mediana del salario era un 15% superior a la línea de pobreza, en el año 2020 pasó a ser apenas 6% superior. Es decir, resignó casi un 30% de su poder adquisitivo real.

“Este ajuste acumulado en la capacidad adquisitiva de los salarios es superior al verificado en 2002 en tiempos de la salida de la convertibilidad (17%). La lesión en el salario real es más notoria aún en los empleados no registrados y en los públicos”, indicó por su lado la consultora Invenómica.

El descenso del salario real en el 2019 fue la excepción de los últimos dos años impares (años electorales) en los que se insinuó una leve recuperación. Desde 2012 y hasta el 2020 se terminó de configurar una larga contracción de carácter inédito que aún no encuentra su piso, trascendiendo los colores partidarios de los eventuales gobernantes, agrega ese trabajo.

“Sobra el análisis que pondere la evolución del salario frente al dólar. Sea cual fuere el dólar que se considere (oficial, ahorro, solidario, blue, mep), la pérdida de poder adquisitivo de los asalariados argentinos en términos de bienes y servicios importados es aún mayor. Y la distancia del sector asalariado respecto del consumo global es cada vez más marcada”, explicó la consultora.

La imposibilidad de frenar la inflación y las soluciones sencillas asociadas a la devaluación del peso demostraron no tener un resultado positivo en términos de crecimiento ni de mejora en los ingresos de su población. Los errores de política económica y la inestabilidad permanente tienen un costo. Y ese costo se ve reflejado en la incapacidad de generar más y mejor trabajo para su población, en definitiva, el objetivo central de la política económica.

“Pasará la pandemia y con ella los obstáculos adicionales que encontró la Argentina, pero quedarán sobre la superficie los problemas irresueltos de la macroeconomía argentina de siempre: inestabilidad, falta de una moneda confiable y desequilibrios estructurales. Y mientras no se le encuentren soluciones de fondo, alguien deberá pagar el costo, como los asalariados, que perdieron nada más y nada menos que un cuarto de su poder de compra”, resaltó Invenómica.

Días atrás, un fabricante de indumentaria de Córdoba ya retirado de su actividad principal no lo podía creer cuando CONTAINER reveló en un tuit que una costurera de indumentaria a fasón  ganaba menos de un dólar (paralelo o solidario, para el caso es lo mismo) por su hora de trabajo.

Ese nivel de retribución no sólo está en un piso histórico, sino que se ubica inclusive por debajo de varios países del tercer mundo. Solo la comprobación del dato con una antigua colaboradora, le permitió corroborar lo que decía el mensaje por la red social.

A ese nivel de salarios para un sector que cierto conocimiento de su actividad debe tener, un costurero puede juntar no más de 45 mil pesos mensuales con un trabajo de 10 horas diarias de lunes a sábado.

Es decir, si esa misma persona tuviera una jornada laboral normal de ocho horas, por cinco días a la semana, su ingreso se situaría en 26 mil pesos, casi la mitad por debajo de la línea de pobreza.

El punto es que, lejos de traducirse en una ventaja para las empresas que operan en el mercado interno, el derrumbe del salario es una preocupación adicional a lo que ya se vive con la crisis por la Pandemia.

Con esa colisión en los ingresos, ya se sabe y se ha comprobado hasta el hartazgo, no  se tracciona el consumo y el mercado termina concentrándose en la demanda más elemental de alimentos y bebidas, muy lejos de bienes durables, indumentaria de calidad y un largo etcétera.

El panorama es más crítico cuando se cala en la informalidad laboral. Hace unos días, la consultora cordobesa Idesa al interpretar datos del Indec señaló mediante una actualización de datos a valores presentes:

En el año 2000 la mediana del salario privado registrado era de $ 43 mil, mientras que la línea de pobreza para una familia tipo era de $ 37 mil a precios actuales.

En agosto del 2020 la mediana del salario privado registrado es de $ 48 mil, mientras que la línea de pobreza para una familia tipo es $ 45 mil.

Esto significa que mientras que en el año 2000 la mediana del salario era un 15% superior a la línea de pobreza, en el año 2020 pasó a ser apenas 6% superior. Es decir, resignó casi un 30% de su poder adquisitivo real.

“Este ajuste acumulado en la capacidad adquisitiva de los salarios es superior al verificado en 2002 en tiempos de la salida de la convertibilidad (17%). La lesión en el salario real es más notoria aún en los empleados no registrados y en los públicos”, indicó por su lado la consultora Invenómica.

El descenso del salario real en el 2019 fue la excepción de los últimos dos años impares (años electorales) en los que se insinuó una leve recuperación. Desde 2012 y hasta el 2020 se terminó de configurar una larga contracción de carácter inédito que aún no encuentra su piso, trascendiendo los colores partidarios de los eventuales gobernantes, agrega ese trabajo.

“Sobra el análisis que pondere la evolución del salario frente al dólar. Sea cual fuere el dólar que se considere (oficial, ahorro, solidario, blue, mep), la pérdida de poder adquisitivo de los asalariados argentinos en términos de bienes y servicios importados es aún mayor. Y la distancia del sector asalariado respecto del consumo global es cada vez más marcada”, explicó la consultora.

La imposibilidad de frenar la inflación y las soluciones sencillas asociadas a la devaluación del peso demostraron no tener un resultado positivo en términos de crecimiento ni de mejora en los ingresos de su población. Los errores de política económica y la inestabilidad permanente tienen un costo. Y ese costo se ve reflejado en la incapacidad de generar más y mejor trabajo para su población, en definitiva, el objetivo central de la política económica.

“Pasará la pandemia y con ella los obstáculos adicionales que encontró la Argentina, pero quedarán sobre la superficie los problemas irresueltos de la macroeconomía argentina de siempre: inestabilidad, falta de una moneda confiable y desequilibrios estructurales. Y mientras no se le encuentren soluciones de fondo, alguien deberá pagar el costo, como los asalariados, que perdieron nada más y nada menos que un cuarto de su poder de compra”, resaltó Invenómica.

 

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