La adaptación al fallo de la OMC: un reto
A fin de año se darán pasos para levantar el sistema de barreras a las importaciones que fue gestándose a partir de la bisagra 2010-11. Que, aun incluyendo diversos dispositivos, tiene en las DJAI (declaraciones juradas anticipadas de importación), su resorte emblemático.
El conjunto de aquéllos resultó impugnado por los fallos de la OMC ante las presentaciones realizadas por EE.UU., Japón, numerosos países europeos y varios emergentes. Finalmente, para evitar que quede expedito un curso fácil de represalias, la Argentina decide adecuarse a aquéllos.
Desde hace un tiempo, y en varias ocasiones, advertimos sobre el desenlace probable del entuerto planteado. En rigor, el sistema que se conformó tuvo una formulación muy chocante con la normativa de la OMC, organización que integramos. Así como, por ejemplo, queremos hacer valer nuestros derechos ante EE.UU. por nuestras exportaciones de carnes y de limones, por razones parecidas tuvimos una situación expuesta con aquel sistema.
Obviamente, no pocos rubros industriales muestran preocupación, sobre todo en lo que hace al cese de las DJAI. Explicamos que éstas, por medio del manejo oficial discrecional de las autorizaciones previas para importar, son algo así como unas licencias no automáticas de importación –LNAI- de carácter criollo. En verdad, las LNAI son un instituto previsto por la OMC, pero no autónomo; constituyen un accesorio a las medidas de tenor más sustantivo, con un plazo estricto, durante el cual se investiga la legitimidad o no de esas otras medidas. A su vez, para que las LNAI contaran en nuestro caso con un alcance de amparo amplio, su administración divergía de lo estipulado en la normativa de la OMC. Luego, como un atajo, se dio de baja a las LNAI, y surgieron, en reemplazo, las DJAI. Por su lado, el fallo de la OMC se hizo eco de esta movida.
Sin las DJAI, es harto probable que numerosos rubros industriales hubieran sido virtualmente barridos por las importaciones competitivas. Ahora bien, reconocido el aporte, véase esto otro –sobre todo, pensando qué se debe hacer hacia adelante–: a) las DJAI surgen como salvavidas para proteger contra potenciales importaciones masivas, las que, sin olvidar la incidencia del cuadro internacional, eran alentadas por el progresivo retraso cambiario que se instaló al dejar la matriz del dólar alto; b) las DJAI acertaron como paragolpes pero, ciertamente, con ellas, e incluido el esquema más amplio, no se alcanzó a resolver el severo desajuste de divisas padecido por el sector industrial (en especial, el MOI) y que también empeoró al abandonarse aquella matriz, el que pesa en la restricción externa vigente y, c) la existencia del esquema aludido coincidió con un proceso de notoria caída de las exportaciones industriales a partir de finales de 2011 (y que no se puede reducir a pleno a las de tenor automotor).
Nuestras propias responsabilidades
Desde ya, la OMC prevé diversos expedientes de amparo ante el comercio “desleal”. Como los aranceles específicos, los ad valorem, las medidas antidumping, las salvaguardas, las propias LNAI (en su formato preciso), las barreras por razones de estándar. En el manejo del comercio exterior “todos hacemos trampas” (vgr., EE.UU. “se pasa”, en especial con respecto a países emergentes, en el uso de barreras no arancelarias –por estándares–) pero, probablemente, la apelación a esas medidas que seguramente se dará, pareciera exigir atender a recaudos formales más serios y a una mayor sutileza en comparación con la rusticidad y la aplicación en términos “de cascada” del esquema en cuestión, con una discrecionalidad demasiado ostensible. Eso si se desea evitar una imagen de actitud recalcitrante, permeable a represalias más decididas.
También cabe mejorar el enfoque de nuestras propias responsabilidades. En este orden, a diferencia del lapso de gran desempeño industrial (2003/07), con el aludido esquema, tendió a agudizarse la asimetría entre los tipos de cambio efectivos de importación-exportación, sobre lo que tanto advirtió Diamand; una razón no menor de la ulterior flojedad de las exportaciones industriales. Hay muchos sedicentes lectores de Diamand que omiten este punto clave. Si la política planteara la mezcla de un cambio real básico atrasado (más allá de sus bemoles) y de fuertes incrementales que alcen (protectivamente) el tipo de cambio efectivo importador, correspondería, buscando sortear la asimetría cambiaria –dañina para exportar y para conseguir dólares–, subir en consecuencia los reintegros a pagar. En realidad, los reintegros no sólo no subieron sino que los existentes suelen pagarse con demoras.
Hoy, en materia de sustitución de importaciones –y pensando sobre todo en las nuevas, y de más complejidad–, es un arcaísmo abordarla sin computar, para más tarde o más temprano, su proyección exportadora (con su posible aporte de escala, entre otros factores), asumiendo las señales asignativas pertinentes. Además, el legítimo objetivo de un mayor contenido nacional en la producción no puede ignorar el actual peso del “comercio procesado” y de la “especialización vertical”. Los países aspiran a ocupar eslabones de la producción de bienes, con aptitud exportadora en los mismos y pretendiendo lograr el upgrade.
Como al cesar la matriz del dólar competitivo la capacidad de generación de dólares comerciales (acompañados pragmáticamente, en su caso, por los financieros) se resintió, prevalece en la actualidad un consenso traslapado ortodoxo-heterodoxo que ensalza el apalancamiento sistemático en el capital-ahorro externo, los dólares financieros. Un primer problema al respecto es que difícilmente aquél sea neutro en materia de asignación de recursos productivos.
Por otra parte, el dominio del combo “financiación externa-proyectos internos” tiende a forzar en los últimos la remisión a los patrones de competitividad internacional respecto de los cuales le es arduo cualificar a nuestras exportaciones por mor del retraso cambiario. Ahora, ese combo sumaría el riesgo de interiorizar esos exigentes patrones, topándose con una producción doméstica en general muy alta en dólares, desalineada por el hipodólar real (ya se registran antecedentes de este tenor en la actualidad). De este modo, mayores las chances para quienes financian (arrimando las divisas imprescindibles) de hacer valer el fondeo para sus propios proveedores.
fuente: Diario BAE