La brecha cambiaria, test crucial para el 2016
Si las restricciones cambiarias no se modificaran se percibirá “poca predisposición” del Gobierno a atacar el problema fiscal.
Hace un tiempo el debate económico se centra en si el próximo gobierno debe apelar al shock o del gradualismo. En esa discusión, muchas veces, queda en segundo plano la cuestión de la brecha cambiaria que para el economista del Ieral, Jorge Vasconcelos, es clave para medir el resultado de la política que se resuelve. A su entender, el “más exitoso” de los planes será el que logre eliminar o reducir al mínimo la diferencia entre el dólar paralelo y el oficial, debido a su impacto sobre el sector externo, el nivel de actividad y las expectativas de inflación.
Si en 2016 se mantuviera una brecha cambiaria significativa, la recuperación de las exportaciones sería más lenta, el ingreso de capitales seguiría frenado y la evolución futura de la inflación quedaría bajo un signo de interrogación.
Desde que se acentuaron los controles a fines de 2011, hay una marcada correlación entre la magnitud de la brecha, la evolución de las reservas del Central y la marcha del nivel de actividad, por lo que no parece posible salir del estancamiento sin resolver las distorsiones del mercado cambiario.
“La elaboración de los planes para 2016 está condicionada por la frustrante experiencia de la devaluación de enero de 2014 y por la preocupación por el impacto social de las medidas que finalmente se tomen”, dice Vasconcelos.
El deterioro del sector externo es cada vez más serio, con exportaciones de bienes que este año apuntan a los US$ 62,5 mil millones; 21,5 mil millones por debajo de 2011, el año en el que se introdujeron la mayoría de los controles. Las de servicios (turismo, informática, trabajos profesionales) se proyectan para este año en US$ 12,5 mil millones, contra 15,6 mil millones de 2011. El superávit de la balanza comercial de bienes, que fue de US$ 6,6 mil millones en 2014, tiende a cero, aun con un nivel de importaciones 1,5 puntos del PIB por debajo del promedio registrado hasta 2011.
La vía del endeudamiento externo está supeditada a un arreglo en el juzgado de Griesa. Si se diera habría que arrancar con “una masiva emisión de bonos, lo que acotaría el volumen de fondos frescos” que puedan obtenerse en forma simultánea.
Por otro lado, la Inversión Extranjera Directa depende de los precios relativos y de la flexibilización del cepo, lo que devuelve el análisis al punto de origen: sin un tipo de cambio que el mercado considere de equilibrio, los dólares tardarán en ingresar al país.
Esta situación se produce en un mundo que ya vive la era del dólar fuerte, con precios de materias primas bien por debajo de los picos y la expectativa de un último trimestre en el que comiencen a subir las tasas de interés en los Estados Unidos. El nuevo escenario se expresa en monedas más devaluadas en toda la región, excepto en la Argentina.
El trabajo de Vasconcelos indica que si la Argentina quisiera igualar la “competitividad cambiaria” alcanzada por Brasil la paridad oficial debería ser de 14,3 pesos por dólar, en lugar de 9. Sin embargo, no conviene replicar todos los pasos dados por el gobierno de Dilma Rousseff, ya que el ajuste externo está siendo “cruento porque se ha intentado seguir, hasta el último minuto, con una política fiscal expansiva. Para evitar un desborde inflacionario tuvieron que aceptar una fuerte suba de la tasa de interés, con los efectos recesivos que esto tiene”.
“En lugar de copiar a Dilma –dice-, mejor miremos al Brasil de 1999”. En aquel entonces sobrevino una brusca devaluación del real, de 1,20 a principios de año a más de 2 pero como el gobierno aplicó simultáneamente una firme política fiscal (el superávit primario mejoró en 3 puntos del PIB), la suba inicial de la tasa de interés se revirtió rápidamente y el PIB no sólo no cayó en 1999 (aumentó 0,5 %) sino que se sentaron las bases para un crecimiento vigoroso en el 2000, de 4,4 % anual.
Para Vasconcelos es “temerario” pensar en una devaluación sin recesión en la Argentina de 2016, pero también admite que es cierto que todo lo que se haga a medias tendrá un costo elevado en materia de expectativas de inflación, que seguirán alimentadas por la percepción de ajustes pendientes para el tipo de cambio y las tarifas.
“Si después de la implementación de las primeras medidas las expectativas de inflación no bajan, tampoco lo hará la tasa de interés, con lo que la recuperación del nivel de actividad será más difícil. Además, los 3,7 mil millones de dólares que los chacareros tienen en los silobolsa demorarán en volcarse al mercado, al igual que exportaciones de servicios que hoy no pasan a través del Central”.
Fuente: Diario Alfil