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La derrota de una política que no se limpia a sí misma

La derrota de una política que no se limpia a sí misma

Walter Giannoni
Periodista | leer más notas

La política volvió a decepcionar. El rechazo del proyecto de Ficha Limpia en el Senado no sólo frena una iniciativa razonable: confirma la distancia cada vez más grande entre la política profesional y la sociedad.

No se trataba de una ley fundacional ni de un principio rector de la República como lo es la Constitución. Pero el mensaje detrás de la negativa fue fuerte: quienes deben dar el ejemplo, se niegan a hacerlo.

La ley buscaba impedir que personas con condenas por corrupción accedan a cargos electivos. El 80% de los argentinos está de acuerdo con eso. Sin embargo, su tratamiento estuvo contaminado por el oportunismo. En el fondo, muchos veían en la iniciativa un atajo para correr a Cristina Fernández de Kirchner del escenario electoral.

La expresidenta enfrenta cinco causas judiciales ligadas a su gestión. Fue condenada por administración fraudulenta en la causa Vialidad, con la sentencia apelada. Fue sobreseída en el caso del Memorándum con Irán y en las causas Hotesur-Los Sauces y Dólar futuro, aunque algunas están bajo revisión. Y aún no ha llegado a juicio en la causa Cuadernos. Nadie niega ese prontuario judicial. Tampoco se trata de defenderla.

Lo que falla, otra vez, es la política como institución. Porque Ficha Limpia, más allá de su lógica, se usó como bandera electoral en la Ciudad de Buenos Aires, en lugar de defenderse como una política de Estado. El objetivo parecía estar menos ligado con la transparencia que con la eliminación selectiva de adversarios.

Antagonistas, Luis Juez y Alejandra Vigo lo dijeron con claridad: alguien que quiere ejercer un cargo público no puede tener condenas penales. Tan simple como eso. Pero lo simple, en la política argentina, rara vez es posible.

Después del fracaso legislativo, macristas y mileistas se distanciaron más. Hablan de traiciones, pactos, y votos que cambiaron de lugar. Nada que no conozcamos de sobra, en particular en las últimas décadas. Lo concreto es que una oportunidad para acercar la política a la gente se perdió.

Si de verdad quieren correr a Cristina, ahora queda claro que deberá ser con las urnas al medio. La gente deberá decidirlo porque la política no lo hizo. Si salía, iba a ser una ley útil, pero mal usada. Ficha Limpia merecía otro destino: el de una herramienta para mejorar la calidad institucional, no el de un búmeran que volvió al barro.

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