
La economía argentina en pausa: salarios bajos, consumo estancado
Salvo en sectores macro, energía, campo, minería, la economía real no arranca. El motivo es nítido: la baja capacidad de compra de los salarios. No hay nada que presagie una evolución diferente.
A pesar de los avances en materia de estabilización, la economía argentina transita un segundo trimestre con signos claros de desaceleración. Si bien la inflación mensual llegó al piso del 1,5%, el consumo masivo no arranca, el empleo formal privado sigue debilitado y la productividad continúa en caída.
Con ese diagnóstico, el economista jefe del IERAL-Fundación Mediterránea, Jorge Vasconcelos, trazó en su último informe un panorama que combina logros macroeconómicos con alertas estructurales de fondo.
Bajo el título “Buscando el piso de la tasa de inflación; encontrando los límites al crecimiento”, Vasconcelos advierte que el rebote del 6,6% interanual registrado por el Índice General de Actividad (IGA-EcoGo/Ferreres) en el primer cuatrimestre del año ya muestra señales de agotamiento. ¿La razón? Un “techo de cristal” que impone la caída acumulada de la productividad laboral, la debilidad del consumo interno y la baja rentabilidad en sectores clave como la construcción y el agro.
“La economía está alcanzando los niveles de actividad de 2017, pero con una productividad laboral 12% menor que en 2011, el año en que se iniciaron los cepos al comercio y al dólar”, señala el informe. Este rezago –que no enfrentan países comparables de la región– representa, según Vasconcelos, un verdadero lastre para el crecimiento sostenido.
Uno de los ejes más preocupantes del análisis pasa por la dinámica salarial. Aunque la inflación ha empezado a ceder, el salario real no logra recuperar terreno. En parte, esto se explica por la composición actual del mercado laboral: apenas el 29% de los trabajadores argentinos están registrados en el sector privado formal. El resto son informales, cuentapropistas o empleados públicos, con escasa capacidad de negociación y sin paritarias que puedan seguir el ritmo de los precios. Es parte de la pesada herencia que dejó la falta de crecimiento de los últimos 14 años.
Esto ha permitido al gobierno evitar mecanismos explícitos de desindexación salarial, como los utilizados en los planes Austral o Real brasileño. Pero también deja al consumo en una posición frágil, sin impulso genuino.
Otro dato: las ventas minoristas de las pymes retrocedieron 2,9% interanual en mayo, luego de algunos meses consecutivos de crecimiento, y bajaron 0,7% respecto a abril, según un relevamiento elaborado por la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME).
Esto representa un cambio de tendencia, ya que se había registrado un alza del 25,5% de enero, para luego marcar un 24% en febrero, un 10,5% en marzo, y un 3,7% en abril. En la comparación mensual desestacionalizada, el Índice de Ventas Minoristas Pymes arrojó que los comercios registraron un nuevo descenso en el consumo del 0,7% en el quinto mes del año frente a abril, acumulando dos meses consecutivos de caídas.
No hay conflictos, pero…
“La baja representatividad sindical y la firmeza fiscal funcionaron como condiciones para controlar la inercia inflacionaria. Pero, al mismo tiempo, esta estructura impide un rebote fuerte del poder adquisitivo y del consumo masivo”, resume Vasconcelos.
Uno de los indicadores que refuerza la idea de estancamiento es la recaudación de impuestos ligados al nivel de actividad. En términos reales, los tributos vinculados al mercado interno –como el IVA DGI, el impuesto al cheque y los aportes a la Seguridad Social– mostraron un pico en marzo, pero cayeron en abril y mayo, según datos de alta frecuencia relevados por IERAL.
Aunque el INDEC recién publicará en las próximas semanas los datos oficiales del EMAE de abril, los analistas ya anticipan una economía que habría entrado en una meseta tras el rebote inicial de fin de 2024.
Vasconcelos también advierte sobre el freno en el crédito en pesos al sector privado, en un contexto en el que crecen los indicadores de morosidad. Y, en paralelo, reconoce el potencial impacto positivo de las últimas medidas del gobierno que buscan fomentar la bancarización en dólares, en un intento por recrear fuentes de financiamiento para las empresas.
Otro de los factores que reflejan el nuevo escenario es el cambio en la dinámica del consumo fronterizo. En los últimos años, el desfasaje cambiario había convertido a las provincias limítrofes en una suerte de “Provincia 25”, por el peso que adquirían las compras de extranjeros atraídos por el tipo de cambio. Ese fenómeno se desactivó.
“Con el desplome de la brecha, ya no hay ‘Provincia 25’. Por el contrario, hoy muchos argentinos cruzan la frontera para abastecerse en Paraguay o Brasil, restándole volumen de demanda al mercado interno”, detalla el informe.
En definitiva, el informe del IERAL apunta a un nuevo umbral para la economía argentina. El rebote post-crisis –que llevó el PIB a los niveles de 2017– parece haber llegado a su fin. De aquí en adelante, sostiene Vasconcelos, “las reformas estructurales importantes son cada vez más urgentes”.
Ese conjunto incluye mejoras en productividad, incentivos a la inversión, fortalecimiento del empleo formal y una política de ingresos coherente con el nuevo esquema macroeconómico. Sin esos elementos, el riesgo es claro: una economía estabilizada, pero estancada.