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La economía de las migajas

La economía de las migajas

Por Walter Giannoni.


Las filas frente a las delegaciones del ANSES que se vieron a inicios de mes para inscribirse en  el bono IFE de 18 mil pesos, constituyen en realidad lo que asoma en la superficie de una crisis que cala en los argentinos vulnerables, pero también hay otros sectores igualmente necesitados que hacen cola.

Lejos de la reconstrucción prometida ante el “desastre macrista”, como AF repite cada vez que puede, el Gobierno sólo distribuye migajas en una economía destartalada y sin expectativas de un futuro mejor.

Pasa con todo, donde se mire. A los asalariados les sube el piso de Ganancias, pero con la rienda corta y sobre sueldos de 1.200 dólares. La actualización quedará vieja en apenas un par de meses por impacto de la inflación y otra vez sobrevendrán anuncios y migajas.

En sectores, por ejemplo, la industria debe hacer fila para que le den algún dólar para seguir girando y, lo peor, es que aún con un fuerte ingreso de divisas el BCRA no logra recomponer las reservas. Es decir, en un contexto sumamente favorable –algunos economistas sostienen que nunca visto–, está estancado. Todos los días compra migajas.

Hay sectores, como el automotriz, que intentan desesperadamente buscar nuevas fórmulas para seguir girando. Aplican estrategias “creativas” como ensamblar aquí cosas que en realidad hacen con eficiencia en otras partes del mundo, sólo para que se abra el goteo mágico de algún dólar más.

Los fabricantes y comercializadores de neumáticos deben ir a una reunión con funcionarios para tratar de obtener mercadería. Ya no solo lo que se hace afuera, sino, lo que se fabrica adentro. Estamos hablando de ruedas, ¿se entiende?

Las provincias también hacen fila. Están desesperadas por más fondos para subsidiar el transporte. Los subsidios son una distorsión sistémica frente a una población empobrecida que no puede pagar la tarifa real y ante un injusto reparto de prioridades entre el interior y el Amba que nadie soluciona por razones conocidas.

Mientras esto ocurre, el Gobierno ya dejó entrever que se conformará con otra migaja: una leve disminución de la inflación de mayo. Todos los pronósticos indican que la anual difícilmente baje del 70% al 75%, pero ven en apenas unas décimas un motivo de festejo.

La recuperación económica con la que se pavonea Alberto parte de un piso mínimo de comparación y estancamiento. Son migajas en un país paralizado.

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