
La “inseguridad energética” del kirchnerismo
Por Walter Giannoni.
La noticia pasó casi inadvertida, salvo para los medios especializados, en las redes sociales casi no llamó la atención (lo cual convierte el asunto en más doloroso todavía): “El gasoducto a Vaca Muerta, una obra clave para la colocación de la mayor producción del fluido que generen los desarrollos no convencionales, está a un paso de ser sólo un lindo recuerdo”, dijo la periodista Victoria Terzaghi en el Diario de Río Negro.
La gama de excusas interpuestas por la Secretaría de Energía para anular el proyecto fueron varias, se entremezclan con motivos técnicos, financieros (cuesta 800 millones de dólares) y políticos también. Ese gasoducto era una de las obras icónicas anunciada por el expresidente Mauricio Macri y, luego de varias décadas de parálisis, implicaba la creación de la tercera concesión nacional de transporte de gas natural.
Medio país no cuenta con gas natural. La mitad de los argentinos deben lidiar con garrafas o lo que es peor, leña. Sí, aunque muchos ni lo imaginen si quiera, a pocos kilómetros de las grandes ciudades hay personas que cocinan, se calefaccionan y calientan el agua para higiniezarse con leña. En tiempos de “seguridad alimentaria” existe ahí una “inseguridad energética” visible como una fractura expuesta.
El kirchnerismo es el principal responsable de este desastre. Sin duda ninguna. En 2023, cuando termine este mandato, llevará en el poder 20 décadas, salvo los cuatro años conocidos del macrismo. Aún con el viento de cola de 2003-2011 Ha sido incapaz de resolver con alguna solvencia la situación energética y mucho menos la gasífera. Hizo cosas puntuales y las más de las veces, totalmente amañadas. Hay un exministro preso por causas relacionadas con la energía.
Todavía se encuentra en internet la famosa foto de Néstor Kirchner con Hugo Chávez planificando en un mapa sudamericano el bautizado “Gran Gasoducto del Sur”, un caño de unos 10 mil kilómetros de longitud para traer el hidrocarburo desde Venezuela a un costo de 23 mil millones de dólares. Parece un chiste de no ser que en el medio había dos presidentes de naciones involucrados.
Aquella idea, por entonces, era “seria” para la épica sudamericana, pero hacer 1.000 kilómetros de ducto desde Neuquén hasta San Nicolás resulta poco menos que una irracionalidad para el actual Gobierno.
Pero quizás lo más irritante de todo es que el país cuenta con la capacidad técnicas y hasta con los fabricantes de caños para desarrollarlo. Parece más sencillo culpar a una multinacional de los males argentinos que aplicar aquella frase de Ortega y Gaset: “Argentinos a las cosas”.
Esta columna fue publicada en la edición digital de la Revista Container del 19 de julio de 2020.