La UIF responsabiliza a bancos por operaciones de fuga de divisas
El director de la Unidad de Información Financiera (UIF), José Sbattella, responsabilizó a los bancos de llevar a cabo “operaciones armadas” para fugar divisas.
“Los bancos no sólo fugan, organizan toda la operación”, evaluó Sbartella, y subrayó: “La masa de dinero que sale del país no pasa en valija por las fronteras, sino que hoy sale por operaciones armadas por los mismos bancos”.
Sbattella analizó que “además hay toda una serie de otros servicios que presta el banco, que son administración de bienes familiares y de herencia”.
La Comisión Bicameral del Congreso que investiga la fuga de capitales, que presuntamente llevó a cabo el banco HSBC, recibió a Sbattella días atrás, quien concurrió acompañado por funcionarios del organismo que encabeza y, en esa ocasión, acusó a esa entidad financiera de ser “un organismo tradicional del delito”.
Además, resaltó que “el target que buscan de clientela son los que van a sacar plata del país”.
En esa línea, en una entrevista publicada por el diario Página 12, recordó que el HSBC también “carga con el agravante de haber participado en el intento de corrida cambiaria de enero de 2014”, cuando el Gobierno llevó a cabo una brusca devaluación del peso.
“Está denunciado penalmente por asociación ilícita con otros bancos y con la empresa Shell, en operaciones para hacer subir el dólar. Pero lo que fuimos a decir a la Comisión es que no es sólo una cuestión de este banco”, alertó el funcionario. “Ojalá que sirva el trabajo de la Comisión para poder mostrar esta cuestión como cuestión estructural del sistema”, dijo Sbattella.
En tanto, insistió en que “la misma metodología apareció en la causa del JP Morgan, la más importante en cuanto a que hay un testigo que se autoimputa, el gerente para América Latina de la corporación”.
También indicó que “está la causa del BNP Paribas, que se deriva de la investigación sobre la efedrina”, y señaló que “en los allanamientos en una de las farmacias aparece la dirección donde estaría depositado el dinero de esa empresa”, concluyó el funcionario.
Las declaraciones de Sbattella se producen en el marco de la polémica por los hechos que involucran a los bancos citados, no sólo en Argentina sino en otros países centrales.frase de Sergio Marchionne, CEO global de la automotriz italiana.
Hay, además, quienes afirman que buena parte de las inversiones que tuvieron lugar en los últimos años no fueron totalmente voluntarias, sino que se produjeron de modo compulsivo, a raíz de que el Gobierno limitó el giro de utilidades al exterior.
El economista Nicolás Dujovne observa que, como consecuencia de ese cepo, el flujo de pagos externos de privados bajó a menos de la tercera parte, desde un nivel de u$s4.500 millones anuales a otro de u$s1.300 millones.
“Por esta vía habría atrapados en la Argentina unos u$s8.000 millones, si tenemos en cuenta que algunas empresas terminaron reinvirtiendo parte de esos fondos en activos locales ilíquidos”, argumenta.
Y, para colmo, también hay un coro de voces enojado por la procedencia de una de las principales fuentes de inversión: China.
Según Jorge Vasconcelos, economista jefe de la Fundación Mediterránea, el próximo presidente se encontrará con la desagradable noticia de que la contracara de los desembolsos asiáticos será un déficit de u$s7.000 millones en la balanza bilateral.
Las mismas críticas se pueden encontrar cuando se observan las “victorias” en el plano financiero.
Los economistas que no comulgan con el modelo K afirman que el Gobierno también distorsiona el verdadero motivo por el cual se está produciendo una mejora en la cotización de los bonos y en la predisposición del mercado a prestarle dinero al país.
Los analistas argumentan que el auge bursátil argentino -que permitió el ingreso de u$s3.000 millones a las arcas del Banco Central- se debe a que, cuando llegue el momento de pagar, ya habrá otras caras poblando la Casa Rosada.
Asignaturas pendientes
Más allá de este repunte circunstancial, la sensación que flota en el gremio de los economistas es que la llegada de dólares con fines productivos es una de las grandes asignaturas pendientes.
Un indicador clásico es el de la Inversión Extranjera Directa, que ahora da cuenta de un momento muy frío tras registrar niveles máximos en años anteriores, cuando hubo una compra masiva de empresas por parte de Brasil.
Según la Cepal, la Argentina fue el único país de la región con desinversión neta en 2014. Un rojo de u$s55 millones dejó al país en el último puesto del ranking.
La razón, argumentan los analistas, es la persistencia del cepo para la repatriación de capitales y la existencia de la brecha cambiaria. Esto llevó a suspensiones de grandes proyectos.
Y, más allá de los vaivenes circunstanciales, la percepción de los expertos es que los magros niveles de desembolsos obedecen a un problema estructural.
“Por denostar tanto a los capitales, se redujo la inversión a poco más del 17% del PBI en 2012-2015”, afirma Juan José Llach.
“Un nivel bajísimo, que se evidencia en las carencias cotidianas en materia de energía, telefonía o el escaso número de nuevas plantas industriales de porte”, completa.
Su argumento apunta al corazón mismo del “relato”, porque esa cifra está muy lejos de poder sostener un proyecto industrializador.
Menos aun alcanza para impulsar un crecimiento a “tasas chinas” del país. Por cierto, la nación asiática tiene niveles de inversión superiores al 40% del PBI.
En otras palabras, sólo con una “inversión china” se puede pensar en crecer a “tasas chinas”.
Esto ya había sido objeto de debate cuando se cambió la metodología oficial de cálculo del PBI y comenzaron a circular documentos que daban cuenta de que las cifras de crecimiento económico estuvieron “infladas” desde 2007 en adelante.
Una de las investigaciones más completas fue la de Ariel Corember, un docente de la UBA que trabaja en coordinación con un grupo internacional de economistas.
Tras corregir el efecto de la inflación mal medida y, además, el de la sobrestimación del volumen de producción, su conclusión es que entre 2007 y 2012 el crecimiento real acumulado fue del 15,9%, es decir, del 3% anual promedio.
Esa cifra viene a ser la mitad del 30% que midió el Indec (que suponía una media del 5,3% por año).
Peligros de enamorarse de un cambio
La polémica, sin embargo, está lejos de agotarse en el punto de si el modelo K ahuyenta o atrae recursos del sector privado.
Porque el gran tema que asoma en la campaña electoral es hasta dónde son fundadas las visiones optimistas de que un mero cambio de Gobierno podría traer una ola inversora.
De hecho, no son pocos quienes creen que con un entorno político “market friendly” la economía debería despegar.
En un comentado reportaje, el ex presidente uruguayo Jorge Batlle afirmó que “sólo con tener un Gobierno normal, la Argentina se recupera”.
Este punto de vista parece ser compartido por el influyente Javier González Fraga, quien sostiene que “podrían venir inversiones por u$s200.000 millones en cuatro años para Vaca Muerta, proyectos mineros y otras iniciativas, que se sumarán a la repatriación de capitales de argentinos en el exterior”.
Fraga advierte que la condición necesaria para que esto ocurra es que se den señales de equilibrio fiscal y que el país tenga una mejor sintonía con los mercados internacionales. Para esto último habrá que llevar a buen puerto, en algún momento, la negociación con los “fondos buitre”.
Hay quienes creen que esos dos requisitos no bastarán. Enrique Szewach afirma que resulta necesaria una revisión de la política tributaria.
“Los impuestos al capital tienen que parecerse mucho a los que predominan en los países limítrofes, para evitar que los capitales se muden a naciones que ofrecen un mejor margen de rentabilidad neta”, argumenta Szewach .
“Otro problema de fondo -agrega el economista- es que los costos laborales en Argentina son demasiado altos respecto de la productividad”.
Otro analista influyente, Roberto Cachanosky, también advierte sobre la tendencia a “enamorarse del cambio de expectativas”.
Recurre a la comparación con el traspaso de gobierno del menemismo a la Alianza de Fernando De la Rúa: “En el inicio de 2000, primero se armó el blindaje y luego el megacanje. Se partía del falso supuesto de que un mayor endeudamiento iba a sustituir las reformas estructurales y permitiría financiar los desequilibrios de la economía”.
Claro que son conceptos complejos para desarrollar en una campaña electoral y, probablemente, muchos de los puntos tratados -el ajuste fiscal o la suba de tarifas – estén vedados por “piantavotos”.
Es más redituable, en términos electorales, hablar de la lluvia de inversiones que está por venir.
Fuente: Comercio y Justicia