MERCOSUR Veinte años después
Por sobre los resultados, en dos décadas los países miembro han acumulado un acervo importante para acelerar acciones y avanzar en medidas acertadas.
Por Raúl Ochoa
El título de la famosa novela de Alejandro Dumas sirve para enmarcar, el tiempo transcurrido desde la firma del Tratado de Asunción en marzo de 1991 y que ya forma parte de la historia con todos sus claros oscuros en la búsqueda de la integración entre los cuatro países de la Cuenca del Plata.
Para quienes como en mi caso, nos tocara vivir el proceso previo a la creación del Mercosur y las largas discusiones previas sostenidas en Buenos Aires, Río, Brasilia, Santiago de Chile y luego en Montevideo, los veinte años desde el mencionado Tratado y los casi veintiuno desde el Acta de Buenos Aires – Junio de 1990 – que sellara la estrategia integradora entre la Argentina y el Brasil – actual ACE Nº 14 – y que contenía las bases sobre las cuales se firmaría luego el acuerdo entre los cuatro países, sin duda nos deja luego del tiempo transcurrido un sabor agridulce, mezcla de lo esperado contra lo luego alcanzado y cierta frustración de no haber podido plasmar en los hechos de la vida cotidiana, aspectos propios de la integración como ciudadanos del Mercosur verdadero[1]
¿Cuáles son los aspectos más salientes, luego de transcurridos estos veinte años?
- Para el Brasil de 1990, uno de los aspectos centrales del acuerdo con la Argentina, recuerdo todavía las expresiones de Celso Amorim en aquel entonces responsable de Integración de Itamaraty y negociador principal, era obtener “seguridad alimentaria”, nuestro país lucía entonces como el seguro abastecedor de trigo, carnes, lácteos y frutas y hortalizas. Argentina sigue siendo un importante proveedor agrícola, pero Brasil en estos veinte años se ha transformado en la segunda potencia productiva-exportadora agroindustrial mundial, realmente impresionante!
- Aunque no en forma explícita, el modelo a seguir era el de la Comunidad Europea, nada de quedarse en un área de libre de comercio o en una unión aduanera, avanzar hacia la integración económica y monetaria. Hoy sabemos que esta, nuestra experiencia es propia, con sus más y menos y deberá ser lo más flexible posible para abarcar lo diferente y captar los intereses en común.
- Existió un gran entusiasmo inicial, que obedecía a diversos factores: nuevos gobiernos, la ruptura con la hipótesis de conflicto siempre latente entre nuestro país y Brasil y lograr lo que diferentes momentos de la historia se había intentado sin éxito. El entusiasmo cedió frente a las dificultades y le dio un baño de realismo, sin embargo en ese terreno es quizás necesario ponderar que, si bien las falencias siguen siendo visibles, el nivel de diálogo, conocimiento, intercambio y sobretodo la preservación de una zona de paz en etapas tan complejas del mundo y la región, no son logros menores del proceso de integración.
- Se esperaba avanzar rápidamente en el proceso de integración, rompiendo con los enfoques de negociación paso a paso típicos de los precedentes ALALC-ALADI, de ahí el esquema de desgravación general, lineal y automática con escasa excepciones para todo el nomenclador arancelario, y la eliminación de las barreras paraarancelarias a efectuar simultáneamente, de manera tal de llegar a la unión aduanera definiendo un arancel externo común y código aduanero del Mercosur en un plazo de cuatro años. Costó mucho más de lo previsto y todavía actualmente tenemos regímenes de excepción al AEC con muchas perforaciones y un CAM con lineamientos generales aprobados, pero a internalizar en un período extenso por los cuatro países
- Quizás una de las falencias más serias y por eso el escaso impacto a nivel de nuestras poblaciones, haya sido el escaso avance en la integración en los aspectos de la vida cotidiana; varios ejemplos lo ilustran con claridad: la no validez de los matrimonios en uno y otro país, la no validez de los títulos profesionales en los diversos países, el acto de cambiar monedas sin pasar por el arbitraje del dólar – a pesar de los convenios de moneda local para transacciones comerciales- con diferencias razonables entre tipo comprador y vendedor, la ausencia de trámites bancarios comunes y de calificación crediticia única para personas físicas y empresas que operan en mas de un país entre las mismas entidades situadas en los diferentes países, y la imposibilidad de lograr a pesar de los esfuerzos realizados de aprobar un protocolo para empresas binacionales efectivo
- Realismo mágico: En el medio de las crisis, cuando la situación empeoraba y había signos de alejamiento, la búsqueda del “gran salto adelante” entre ellas: la armonización de políticas macroeconómicas, la moneda única – hasta se llegó a discutir cómo llamarla -, la creación del gran banco de financiamiento a mediano y largo plazo, el gasoducto de América del Sur que desde Venezuela pasando por todo Brasil llegaría hasta el Río de la Plata y otras más que afortunadamente fueron quedando en el desván de los proyectos perdidos
- En el haber, tras mucho tiempo pero al fin se plasmó, el Fondo de Convergencia Estructural – FOCEM – que reconoce parte de las asimetrías estructurales que por tamaño en el caso de Uruguay y que por ese motivo mas el subdesarrollo en el caso paraguayo, requieren para determinadas obras y emprendimientos del apoyo de los países mayores para hacerlas viables.
Finalizando: Veinte años después, el Mercosur, sus dirigencias, han acumulado de éxitos y fracasos, de desencuentros y coincidencias, un acervo lo suficientemente importante como para que en los próximos no veinte, sí diez años, volcar las experiencias para hacer del Mercosur algo más que el aprovechamiento de las ventajas de localización geográfica, sino un proyecto de desarrollo conjunto a favor del bienestar de sus habitantes, teniendo en cuenta las oportunidades y amenazas que el actual cambio de época mundial nos depara
[1][1][1] El autor se desempeñó como Subsecretario de Comercio Exterior en el período previo a la firma del Tratado de Asunción, es uno de los firmantes del Acta de Buenos Aires por la Argentina y renunció a su cargo en febrero de 1991