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Repetición de viejas historias en el comercio exterior

Cada tanto vuelve en muchos países de América Latina el proteccionismo, el cierre de las importaciones, el vivir con lo nuestro y otras políticas que siempre han fracasado.

En América Latina es muy común repetir perjudiciales acontecimientos del pasado. Si bien algunos historiadores sostienen que la Historia jamás se repite, lo cual es cierto de algún modo, también es cierto que existen hechos verificables muy similares en temas que tienden a reiterarse una y otra vez en nuestros países. Uno de los más llamativos es, en ese sentido, el del comercio exterior. Si una y otra vez determinadas acciones terminan teniendo las mismas consecuencias, no es de esperar que cuando se repiten por enésima vez, las consecuencias sean diferentes. El resultado será, invariablemente, el mismo.

Regresando al pasado

Uno de los casos paradigmáticos que cada tanto se vuelve en muchos países de América Latina es el proteccionismo, el cierre de las importaciones, el vivir con lo nuestro y otras políticas que siempre han fracasado.

En ese sentido, como el Cid Campeador el Dr. Raúl Prebisch también gana batallas después de muerto. No otra cosa es la propuesta de la presidente del Brasil en la reunión del MERCOSUR de fines de junio en el sentido de cerrar nuestro comercio exterior (como si en la Argentina no estuviera suficientemente cerrado).

Las ideas del Dr. Prebisch fueron la base de la creación de la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) edificada entre 1955 y 1960, y culminada con la firma del Tratado de Montevideo 1960. Luego de un penoso proceso de 20 años el resultado de estas ideas en la práctica todos lo conocemos. Terminaron mal. Como, por otra parte, era de prever.

La difusión exitosa de la llamada “teoría de la dependencia” y su consecuencia principal (el cierre y la sustitución de importaciones) hizo que los países latinoamericanos, al contrario de otros países en el resto del mundo que adoptaron en la misma época la política opuesta, debieran soportar crisis tras crisis, atraso tecnológico y aislamiento. Ahora, se plantea por la presidente brasileña la misma “solución” y no se necesita ser adivino para saber cómo terminará y cuáles serán las funestas consecuencias que acarreará a los países del MERCOSUR.

Argentina y Brasil, que ya tienen numerosos enfrentamientos entre sí por cuestiones meramente comerciales, lo cual implica un reconocimiento de su verdadera falta de vocación integracionista, deberían dedicarse a solucionarlos antes que crearse nuevos problemas con otros poderosos países del mundo.

La propuesta brasileña fue apoyada de inmediato por la Argentina como era de esperar. Pero encontró la férrea resistencia de Paraguay y Uruguay, en los hechos los verdaderos convidados de piedra del MERCOSUR. Se dijo que había que subir el grado de proteccionismo ante las importaciones de China (el principal socio comercial del MERCOSUR, tanto en exportaciones como en importaciones), resto de Asia, Unión Europea y Estados Unidos. ¿Cómo se hará esto? Porque la discriminación comercial está prohibida y sancionada por la Organización Mundial de Comercio. Sin tener que agregar, por ser obvio, que las medidas restrictivas son invariablemente respondidas por los damnificados con represalias comerciales que generalmente son muy duras. En ese juego de suma cero a la corta o a la larga todos perderán y probablemente nuestros países aún más.

La oposición de Paraguay y Uruguay es explicable: un cierre a las importaciones por altos aranceles y otras medidas, los perjudicará ostensiblemente y los obligará a estar sujetos a importar cada vez más productos de sus dos socios mayores, que previsiblemente serán más caros y en muchos caso de menor calidad comparados con los que podría comprar en el mercado internacional.

La posición extrema de los dos países mayores del MERCOSUR no es la que han seguido otros países exitosos en la región, como Chile y Perú, que no solamente tienen aranceles de importación más bajos sino que además han celebrado numerosos acuerdos comerciales preferenciales con países desarrollados.

El cerramiento al exterior y el aislamiento siempre han fracasado históricamente. Al parecer seguiremos siendo contumaces en el error. Las consecuencias de tan equivocada política la pagaremos todos los habitantes de los países del MERCOSUR.

De Cromwell a Willy Moreno

Algún pensador contemporáneo ha dicho con mucho acierto que el problema actual es la pérdida de significado de las palabras. Muchas discusiones se ahorrarían tanto gasto de energía si antes que nada se definieran los conceptos a discutir.

Eso ocurre también en comercio exterior. El mercantilismo (equivalente del proteccionismo actual) floreció con Cromwell y con Colbert, especialmente, en la segunda mitad el siglo XVII y comienzos del XVIII, en Inglaterra y en Francia. La palabra ha dejado de utilizarse y solamente se la menciona principalmente para los históricos casos citados y algún otro contemporáneo a ellos. Modernamente se habla de proteccionismo. Para nosotros, el mismo perro con diferente collar.

El proteccionismo a las industrias locales de la competencia extranjera es generalmente bienvenido por las mayorías. ¿Quién sería tan perverso como para desear que la producción nacional sucumba ante los productos provenientes de otras regiones del mundo?

Actualmente, en la Argentina hay productos que no se pueden importar, que obligatoriamente debemos consumir los producidos localmente (cuando los hay, porque a veces no alcanza la producción para satisfacer el mercado, o cuando podemos pagarlos). Otros pueden importarse luego de esforzados trámites y permisos burocráticos. Unos terceros están sometidos a unos aranceles de importación que comparativamente son de los más altos del mundo y a otros tributos adicionales. Esto último también producto del Arancel Externo Común del Mercosur que no es ni más ni menos que la expresión de la política tradicionalmente proteccionista de Argentina y Brasil. Ello explica porqué Chile o Perú se han negado siempre a entrar al MERCOSUR. Ambos países tienen bajos aranceles y de entrar en el MERCOSUR deberían elevarlos considerablemente.

Como dijimos al principio, hablar de “protección” es más simpático para una buena parte de los habitantes del país, que hablar de “apertura”. Aunque creemos que más que de “protección” deberíamos hablar de “privilegios” a la producción local. El término no se utiliza porque “privilegio”, por el contrario, es una palabra antipática. Con connotaciones peyorativas. Pero no otra cosa han sido en realidad los acuerdos comerciales firmados por nuestros países ya desde la época de la ALALC, después del CAUCE y del PEC a partir de mediados de los 70, más tarde de la ALADI y finalmente del MERCOSUR.

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