Sudamérica no tiene líderes (la Lula manía no se condice con la realidad)
El sobre dimensionamiento mediático de la influencia de Brasil en la región no tiene relación con los resultados.
La independencia de las antiguas colonias españolas de América del Sur tuvo dos protagonistas de fundamental trascendencia: los pueblos que hoy forman parte de la Argentina y de Venezuela. Porque fue desde Buenos Aires y desde Caracas que partieron desde 1811 en adelante los ejércitos libertadores que finalizaron con la independencia total del subcontinente en 1824 (Batalla de Ayacucho, la última, ganada por el Mariscal Sucre a las tropas españolas). Bolívar y San Martín llevaron a cabo la independencia de todos los países suramericanos, excepto Brasil, en un verdadero movimiento de pinzas que se terminó de unir en Perú con la confluencia de ambos ejércitos.
Brasil siempre fue diferente y no solamente porque era una colonia portuguesa. Su independencia a comienzos de la década de 1820 fue una mera cuestión de familia. Un acuerdo para fundar un imperio bajo el mando de don Pedro I. Mantuvo, por diversos motivos, un proceso completamente diferente al resto de los países. Fue imperio hasta unos años antes del fin del siglo XIX y mantuvo un sistema esclavista que sobrevivió varias décadas a otros tan tristemente famosos como el norteamericano. En 1865, como peón de la estrategia británica en la región (ya Portugal lo había sido), atacó y masacró a los habitantes del Paraguay con la connivencia y ayuda criminal de los gobiernos mitrista de la Argentina y colorado del Uruguay, pero con la oposición de los respectivos pueblos, especialmente los federales en la Argentina y los blancos en el Uruguay.
Actualmente, la dirigencia argentina se deslumbra con lo que acontece en países vecinos, exagerando y hasta idealizando sus supuestas virtudes. Ocurre con Chile, ocurre con Uruguay y por supuesto ocurre también con Brasil. Recientes declaraciones del economista norteamericano Paul Krugman efectuadas en el mismo Brasil tienden a abrir los ojos sobre la sobreestimación que tiene Brasil en los mercados mundiales.
No solamente en la Argentina es considerado Brasil el líder de toda América Latina. Esto tiene su correlato en la increíble, aunque explicable, decadencia argentina que desde poco antes de mediados del siglo pasado ha sido continua y sin pausas. Decadencia no sólo en la economía, sino también en la institucionalidad y en la cultura. Esto produce una aguda miopía mediante la cual no se puede apreciar la realidad o se la ve distorsionada. Poco antes de asumir, el primer canciller de la presidencia de Néstor Kirchner, declaró ante la prensa que había que aceptar el papel de segundones del Brasil, porque Brasil era superior. Es decir, estar conformes con ser subcampeones de la región. Declaración de un derrotismo inadmisible en un canciller de la Nación que puede pensar así si lo desea, como muchos de sus conciudadanos, pero que no puede expresar públicamente. En todo caso, debería primero explicarse las razones y segundo buscar los caminos para dejar de ocupar el puesto de comparsas de un país que a nivel mundial no es sino mediocre.
Pero también países más lejanos, como Estados Unidos, consideran a Brasil como el líder del continente; un país “confiable” (habrá que ver si lo siguen considerando así después de la visita de Ahmadinejad, presidente de Irán, a Brasil y el excelente recibimiento que tuvo); el único interlocutor válido, porque es un “país serio”, “un país con políticas de estado” como han declarado funcionarios norteamericanos.
Al mismo tiempo, todos exageran las supuestas capacidades diplomáticas de Itamaraty (claro está que comparados con una buena parte de nuestros funcionarios son unos verdaderos maestros, lo cual no es mucho tampoco).
Si consideramos a Brasil teniendo en cuenta su extensión territorial, su población, su poderío militar y empresarial, obviamente que es el mayor país de América Latina. Pero estas magnitudes no tienen nada que ver con la magnitud de la inteligencia de sus gobernantes ni con su capacidad. Fortaleza no es equivalente a inteligencia política. Y de esos hay numerosas muestras pasadas y actuales.
Tratar de imitar o seguir los pasos de Brasil es para la Argentina un indigno renunciamiento a ejercer sus propias potencialidades, que no son pocas. Una rendición incondicional a la manera de las penosas declaraciones que mencionamos en boca de un canciller argentino. Nuestro país por sus orígenes, por su tradición histórica entre los países de la América española, por la inteligencia y capacidad innata de muchos de sus habitantes y porque sus latentes potencialidades lo indican, debe reasumir el liderazgo del subcontinente que hemos perdido en los tristemente en los últimos cincuenta años.
Influencia de Venezuela
Es que, además, Brasil parece no estar en las debidas condiciones de ostentar el liderazgo continental. El aparatoso presidente venezolano lo ha desplazado en los hechos. Véase sino la cantidad de países que declaran su adhesión a Chávez, expresamente (Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Cuba) o en forma más velada. Brasil ha sido incapaz de resolver el peligroso conflicto permanente entre Colombia y Venezuela, conflicto en el cual ninguna de las partes lo escucha y hace caso omiso de sus consejos. Parece justamente Colombia y no Brasil, el principal obstáculo a la expansión bolivariana. Y Colombia no cuenta con más apoyo que su aliado norteamericano y quizás con el Perú de Alan García. Las propuestas brasileñas a Chávez son permanentemente desoídas. ¿Dónde está el líder?
Por si todo esto fuera poco los garrafales errores de Brasil en el manejo del tema de Honduras y su condición de huésped del asilado ocupante (Zelaya, un nuevo bolivariano) de la residencia del Embajador brasileño en Tegucigalpa constituyen una verdadera torpeza; además, el cálido recibimiento al presidente de Irán y las expresiones de adhesión con el proyecto atómico iraní del presidente Da Silva; los enfrentamientos verbales con el presidente Obama y demás hechos, no contribuyen para nada a que alguien crea razonablemente en el liderazgo brasileño. La prensa informa que las relaciones entre Brasil y Estados Unidos se encuentra en “su peor momento”.
Es imprescindible entonces que Argentina y su dirigencia, busque su propio camino, establezca sus metas y objetivos, y recupere el prestigio que hemos perdido en el ámbito continental. Nada más ni nada menos.