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Trabas a la libre circulación

Uno de los principales problemas de la actual paralización del Mercosur.

La libre circulación de los bienes y servicios que estableció el Tratado de Asunción en 1991 es actualmente una mera aspiración.

Enumerar el catálogo completo de las trabas al comercio entre los Estados Partes, especialmente de parte de Argentina y, en menor grado, de Brasil, corre el riesgo de olvidar la mención a una buena parte de ellas. Tantas son.

La suba del Arancel Externo Común para las importaciones provenientes de terceros países solamente beneficia a los dos países mayores y perjudica a los menores (¿debemos decir ahora “el menor” dado que de los dos más pequeños solamente ha quedado Uruguay por cuanto Paraguay ha sido suspendido?).

Pero, para un país como Uruguay hay algo aún peor que el aumento del AEC. Las trabas numerosas que se utilizan principalmente en la Argentina contra sus exportaciones determinan que el país oriental se encuentre cada vez más en crecientes dificultades. Existen rubros exportables que prácticamente solamente pueden ser colocados en la Argentina, como el automotriz o el textil.

No está demás recordar que el Mercosur fue originalmente imaginado como un mercado común (de ahí su nombre), forma de integración hoy por completo olvidada. Ante el fracaso de lograrlo, ya en 1994 se ideó alcanzar un peldaño más bajo: la unión aduanera. Y en eso estamos desde entonces.

A pesar de las numerosas prórrogas y dilaciones, en este momento tenemos como fecha máxima para crear la unión aduanera, el 1º de enero de 2019. No es nada difícil sostener que tal como vamos tampoco en esa fecha se alcanzará la meta propuesta. Como ha sucedido tantas veces en el pasado. Algún pesimista puede hasta pensar si en el 2019 habrá algo, por lo menos, llamado Mercosur.

Las trabas no arancelarias argentinas han paralizado las inversiones en Uruguay. ¿Quién invertiría pensando en fabricar un producto que luego exportaría a la Argentina? Como están las cosas, nadie.

Por su parte el Arancel Externo siempre tuvo dificultades para los socios, por cuanto el mismo representa más el arancel brasileño anterior al Mercosur que el de los demás países miembros. Es decir, es un arancel con alícuotas internacionalmente elevadas. El caso de las importaciones de Bienes de Capital y  aún los de la Informática y las Telecomunicaciones es paradigmático.

A Brasil siempre le ha interesado proteger a los fabricantes locales, en tanto a Uruguay (y en cierto modo a la Argentina) que no tienen una industria tan importante, les convienen aranceles inferiores. Se ha producido de este modo una verdadera sustitución de importación, con las consiguientes ventajas para unos y desventajas para otros, sobre todo por cuestiones de precio y calidad.

En definitiva que para todos los países, aunque para algunos más que para otros, la libre circulación de los bienes (sin aranceles y sin restricciones no arancelarias) es el elemento esencial en un proceso de integración como el del Mercosur. Si esta premisa no se cumple, como ahora no se está cumpliendo, ésa será una de las razones que nos explique porqué estamos como estamos. Es decir, mal.

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