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Dilemas del dólar barato

La resolución de la cuestión cambiaria debe incluir a las políticas monetaria y fiscal. El ahorro en pesos no resulta atractivo si no se realiza a tasas de interés reales.

El reciente fin de semana largo volvió a mostrar una serie de fotografías que evidencian cuestiones de fondo de la política económica de la Argentina. Miles de turistas se agolparon en los pasos fronterizos hacia Chile, Paraguay y Brasil, en busca de ocio y esparcimiento, pero también en tours de compras.

Los argentinos son fanáticos de los adelantos de la tecnología, celulares, televisores y otros equipos electrónicos. Esa posibilidad se complementa con la alternativa de hacer turismo a precios más convenientes.

Los viajes de compras se basan en que Argentina es un país caro en dólares para adquirir dichos productos, accesibles en tales destinos. El fenómeno revela también que en los países limítrofes existe una menor presión fiscal y arancelaria para comprar tales bienes.

Pero estas cuestiones exponen un tema de fondo vinculado con la política económica. La Argentina osciló en las décadas recientes entre la apertura irrestricta, que condujo al cierre de miles de pequeñas y medianas industrias en la década de 1990, y un virtual cierre al comercio internacional en la década pasada, que provocó un estancamiento en la actividad fabril. El país no ha terminado de definir un perfil productivo. Las gestiones que se sucedan al frente del Poder Ejecutivo Nacional debieran someterse a esa política de Estado.

Como desafío, a esa asignatura pendiente se contrapone la pasión de los argentinos por el “dólar barato”, lo que les permite acceder a un estándar de vida que no es similar al que poseen los habitantes de los países vecinos. Viajes a atractivos destinos, compras en el exterior y alimentos a precios accesibles forman parte de ese imaginario colectivo.

Por el contrario, un “dólar alto” supone el traslado de ese valor al precio de los alimentos, debido a la primarización del comercio exterior. Como beneficio, hay que contabilizar el desarrollo de una industria que permite la sustitución de importaciones, aunque –en muchos casos– a precios más altos que en el exterior, lo que resta competitividad al conjunto de la economía.

La resolución de la cuestión cambiaria debe incluir a las políticas monetaria y fiscal. El ahorro en pesos no resulta atractivo si no se realiza a tasas de interés reales, lo cual conspira, a su vez, para el crédito a los sectores productivos, de persistir una elevada inflación.

El tema fiscal –basado en gastos sociales imposible de recortar– es difícil de acometer cuando uno de cada tres habitantes permanece en la pobreza.

Las fotografías de miles de turistas en los puestos fronterizos revelan problemas estructurales, que no serán fáciles de resolver si no se comprende la gravedad de la situación actual y las correcciones necesarias para un crecimiento sostenido.

Fuente: lavoz.com.ar

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