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El dilema de la apertura

¿Hay que importar más para bajar los precios al consumidor o proteger a la industria que no puede competir por los costos internos?

La semana pasada, mientras los fabricantes de calzado se quejaban por la invasión de productos extranjeros y Banghó suspendía a 183 empleados por la eliminación de aranceles, la Cámara de Importadores de la República Argentina (Cira) acusaba al Gobierno de “volver al pasado” al frenar con licencias no automáticas (LNA) el ingreso de mercadería foránea.

Desde que arrancó, la gestión del presidente Mauricio Macri inició un camino dirigido a un doble destino: regularizar el comercio exterior, después de años de una economía cerrada; y ampliar la oferta con importaciones para presionar a la baja a los precios internos.

Esto desató el temor de un sector demasiado acostumbrado a la protección del Estado. Los lobbies de un lado y del otro son la muestra de que el camino trazado no será fácil de transitar.

Saldos

¿Qué muestran los números globales? El año pasado, las importaciones bajaron 6,9 por ciento en dólares y, como las exportaciones fueron mayores, se revirtió el déficit y el saldo de la balanza fue positivo.

En enero las compras crecieron 7,1 por ciento interanual, pero aumentaron más las ventas externas (9,3 por ciento), por lo que el déficit comercial (106 millones de dólares) fue 40 por ciento menor que un año atrás.

Tanto en diciembre como en enero pasados, en cantidad de unidades, la importación creció en forma interanual 3,7 y 7,2 por ciento, respectivamente.

Cuando en 2016 se eliminó la exigencia al importador de presentar las declaraciones juradas anticipadas de importaciones (DJAI) para ingresar mercadería, se las reemplazó por las LNA, aplicadas en la actualidad a 1.572 posiciones arancelarias –cada una reúne a una determinada cantidad de productos–, que implican trámites cuya aprobación puede demorar hasta 60 días.

Lecturas

“Nosotros discutimos con los números en la mano. Puede haber algún segmento en particular que se ve afectado por la importación, pero en ningún caso hay invasión de importados”, explicó a La Voz el ministro de Producción de la Nación, Francisco Cabrera.

El funcionario reconoció que el panorama fue difícil el año pasado por la caída de las ventas, pero aclaró que con todas las cámaras se habló de la necesidad de integrarse al mundo.

“Por el ejemplo, la eliminación de aranceles a la tecnología se anunció a tiempo para que las empresas puedan reconvertirse, pero había que hacerlo porque frenaba la modernización de las Pyme”, argumentó.

La apertura, entonces, fue gradual; el problema fue que cayó en un momento en el que el mercado se achicó.

“El Gobierno quedó en un brete entre dos necesidades: bajar el precio de productos que valen dos a tres veces de lo que cuestan en el mundo y, por otro, evitar que la apertura impacte en la industria”, opinó Norberto Delfino, de la firma Servelec y vicepresidente de la Cámara de Comercio Exterior de Córdoba (Cacec).

En esa línea, advirtió que “en las condiciones en que está la economía, los trabajadores que se quedan sin empleo no pueden ser reabsorbidos”.

Competitividad

Largo plazo. Mejorar la competitividad podría llevar, por lo menos, 10 años.

Reconversión. Para Delfino, hay sectores que deberán reconvertirse ya que “no pueden estar eternamente protegidos”, pero en un proceso que reduzca el impacto social. “Hay que cuidar a la industria local que puede competir con productos extranjeros. Pero mejorar infraestructura, reducir trámites, hacer la reforma impositiva, dinamizar los puertos, reducir el costo logístico; todo eso va a llevar por lo menos una década”, opinó.

Autor: Diego Dávila
Fuente: lavoz.com.ar

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