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Emociones y resultados

“Cualquier persona puede enfadarse, eso es fácil. Pero enfadarse con la persona correcta, En el grado exacto, en el momento oportuno, Por la razón justa y de la manera adecuada, eso ya no es tan Fácil”

ARISTÓTELES

¿Es posible que un actor se transforme en presidente de los Estados Unidos, que un niño de escaso desempeño escolar formule la teoría de la relatividad y gane un premio nobel, que un jovencito hijo de campesinos se convierta en emperador de Francia o que un niño con problemas de crecimiento evolucione en el mejor jugador de futbol del mundo? ¿Es posible también que niños y jóvenes brillantes en sus desempeños en los estudios luego tengan dificultades para encontrar su sendero de la vida? Como dijo Keith Raniere (matemático, filósofo y emprendedor contemporáneo autor de “Rational Inquiry” que trata sobre el desarrollo del potencial humano): “Saber qué hacer es inútil sin la fortaleza emocional para hacer lo que sabes”.

Diferentes estudios en  múltiples libros consideran que entre el 75 y 80% de los factores de éxito no están relacionados con el cociente intelectual, su real origen es la inteligencia emocional.

Es llamativa la capacidad de algunas personas para sobreponerse a las adversidades, ver a deportistas que luego de duras derrotas vuelven con el mayor empeño al próximo juego,  personas que perdieron su empleo y con entusiasmo buscan una nueva oportunidad con la certeza que lo mejor aún está por venir o jóvenes de la tercera edad planeando nuevos emprendimientos .

Cualidades como la tenacidad, la perseverancia, la creatividad, el talento en sus  diferentes formas, el entusiasmo, la motivación, el control de las emociones y las relaciones sociales dan lugar al nuevo concepto de inteligencia, la inteligencia emocional.

En nuestro diario recorrido por la vida tenemos permanentes oportunidades de vincularnos, reunirnos, conversar, e interactuar con cientos de personas, cada cual con su diferente carácter y por ende su propia personalidad.

Buscando los orígenes, Empédocles en la antigua Grecia en el 450 a.C. desarrollaba la teoría de los temperamentos, definiendo estos como:

  1. Coléricos
  2. Melancólicos
  3. Sanguíneos
  4. Flemáticos

Para ello se basó en que los humanos, como así también todo lo terrenal contiene los cuatro elementos : fuego, tierra, aire y agua, y a estos elementos los conectó con los humores corporales: la bilis roja, la bilis negra, la sangre y las mucosidades, concluyendo finalmente que cuando uno de estos fluidos tenían preponderancia en el ser humano, esto marcaba claramente su personalidad, perdurando hasta hoy definiciones tales como Juan es colérico y explosivo, María es deprimida y melancólica, Ana es abierta y sanguínea o José es apático y flemático.

Desde la época de los filósofos griegos esta temática evolucionó permanentemente y en un suspiro pasamos por Charles Darwin y su estudio “La expresión de las emociones en el hombre y los animales (1872) para llegar a Daniel Goleman (Harvard), autor del Best Seller “Inteligencia Emocional” sin olvidar a los psicólogos Peter Salovey (Yale) y John Mayer (New Hampshire) quienes entendieron que la inteligencia emocional abarca múltiples condiciones como ponerse en lugar de las otras personas, el conocimiento de las propias emociones, y la capacidad de usar las emociones para la mejora continua de la vida.

Si estamos de acuerdo en que la inteligencia emocional es clave para el desarrollo de las personas (por supuesto sin olvidarnos de la educación formal, y esto lo agrego para que no se entienda que le resto mérito e importancia), tal vez podamos también coincidir en la responsabilidad que como padres nos corresponde, ya que si bien como dice el refrán popular “nunca es tarde cuando la dicha es buena” es en los primeros años de los niños donde se forja la naturaleza emocional, la apertura comunicativa, la empatía , el deseo de compartir y la confianza.

A través de la inteligencia emocional se puede lograr la realización, vale la pena intentarlo ya que es muy grande el contraste entre quién en su interior siente que sus sueños no se cumplieron y  quienes hacen suya la canción de Violeta Parra “ Gracias a la vida” que es un verdadero himno a la gratitud y satisfacción de quienes con inteligencia emocional consideran que “la vida les ha dado tanto”.

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