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La industria argentina y su destino de sustitución

La industria argentina y su destino de sustitución

Columna de Walter Giannoni.


Viene brava la mano. Al acto principal por el Día de la Industria organizado por la UIA el Gobierno mandó un funcionario de tercera línea. Se llama Ariel Schale. Durante todo el gobierno de Macri, Schale fue cobijado por una cámara textil.

Mientras eso ocurría –con Schale tras bambalinas– el presidente de esa Cámara acusaba a Cambiemos de todo tipo de tropelías, en especial, de la llamada “apertura indiscriminada de importaciones”. Justo en ese sector, no fue así.

Schale es de esos funcionarios que defienden los gritos que todo tiene que fabricarse en la Argentina. No es una ironía. Por Twitter nos ordena que los deseos de usar una camisa de cierta marca o zapatillas con la “pipa” es inviable si no se producen aquí.

Él lo dice con todas las letras: el modelo industrial es el de sustitución de importaciones. De Perón para acá falló siempre. Después salen a preguntarse, lo dijo el Presidente hace unos días, ¿por qué cuesta tan cara la indumentaria en Argentina?

La primera línea del gobierno repite por las redes el dato de que la utilización de la capacidad instalada ya supera a 2018. Son recursos dialécticos.

Primero, con la cuarentena más larga del mundo, en 2020 tocó fondo. “Es como un corredor que en 2021 va a más velocidad que en 2019, pero durante todo 2020 estuvo casi parado”, grafica una economista. Se perdió un año completo.

Segundo, es posible que en poco tiempo el uso de la capacidad instalada alcance niveles récords, simplemente porque casi nadie está poniendo nuevos “fierros” (salvo en sectores como la maquinaria agrícola) a la espera de ver cuál es el rumbo definitivo de este país.

Tercero, si son tan buenos los indicadores, ¿por qué no terminan con las restricciones laborales que impiden la generación de nuevo empleo? Ese es un reclamo de la UIA que el jueves tampoco encontró respuestas.

Pocos países en Latinoamérica tienen industrias transformadoras de materias primas. Brasil y Argentina son los más fuertes. Pero las que se animaron a internacionalizarse, como el caso de Arcor y Techint, consiquieron romper el cascarón de la sustitución eterna. Quizás ese deseo imaginario de ser una potencia industrial motive siempre los debates sobre el grado de apertura en un país que a los dólares, por ahora, los consigue con el agro.


Esta columna fue publicada en la edición digital de la Revista Container el 05/09/2021.

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