
Los dos espíritus de Matías Kulfas
Columna de Walter Giannoni.
Martín Lousteau suele decir que el kirchnerismo tiene menos pruritos que otras fuerzas para aplicar las políticas más controvertidas de su caja de herramientas.
A Matías Kulfas, el ministro de Desarrollo Productivo, le sucede algo de eso. Kulfas convive con dos espíritus. Uno que le es propio, otro que lo obliga a emplear tenazas y serruchos ajenos.
Si bien Kulfas como gran parte del peronismo sigue colgado a viejos apotegmas de escasa vigencia aún en un mundo con pandemia, el ministro está lejos en sus convicciones de algunas acciones que debe encabezar.
Aquí vale la pena refrescar que el kirchnerismo es el peronismo, el reciente ordenamiento del Partido Justicialista así lo indica.
Desde que CFK dijo aquello de “funcionarios que no funcionan” y “hay que alinear precios y salarios” la cancha está marcada y él está señalado. Quien no piense igual, se va y viene un comisario ideológico a ocupar ese lugar. Pruebas sobran.
A Kulfas lo mandaron a controlar la formación de precios. De los salarios se ocupan otros. Y para ese cometido le dieron una caja de herramientas llena de cosas que en el fondo desearía tirar al basurero para dejar que sea la misma economía, con incentivos y estímulos, en la integralidad imaginaria y fracasada de los acuerdos sociales del peronismo tradicional, la que ordene las cosas.
Cuando uno lee su curriculum advierte que Kulfas está muy lejos de la idea de tener que andar persiguiendo a empresas y empresarios para que muestren sus estructuras de costos y su oferta.
Cree firmemente en que a un sector productivo pujante se le pueden sacar más cosas para la redistribución que consagra la bandera de la justicia social.
Pero hoy le toca perseguir al capital y los efectos son más bien todo lo contrario a los que se podrían esperar. Las empresas están cada día más débiles y encerradas en ecuaciones que las sacan del foco para el que fueron creadas.
Lo peor es que Kulfas sabe que ese camino no conduce a ninguna parte. Su propio espíritu de economista formado y joven lo debe tener muy claro. El problema, de él y del empresariado, es que para arriba y para abajo de su cargo sólo hay populismo, prepotencia y también algo de desesperación.