Soja con valor agregado, la apuesta de una Pyme
La Troja exporta desde hace 12 años soja desactivada para alimentos balanceados y harinas sin gluten y proteína de soja texturizada para alimentación humana. Una muestra de que se puede hacer algo más que vender commodities.
En Oncativo, una Pyme integrada por 15 trabajadores demuestra que se puede apostar a vender soja con valor agregado y a competir con Estados Unidos y el resto de los productores regionales, como Paraguay y Bolivia.
Como se viene insistiendo desde este espacio, la industria alimenticia es un rubro que cuando encuentra el espacio favorable, puede lograr una rápida competitividad y salir a competir en el mundo.
Este es el caso de La Troja, que produce soja desactivada para alimentos balanceados y harinas sin gluten y proteína de soja texturizada para la alimentación humana.
Dedicada a esto desde hace dos décadas, exporta sus productos desde hace 12 años. Actualmente vende a Chile y Uruguay entre el 80 y 90 por ciento de su producción, que actualmente es de 4.000 toneladas por mes.
Lucas Marinsalda, socio gerente de esta Pyme de Oncativo, asegura que el plan que se viene es duplicar la capacidad productiva de su planta con una nueva nave de mil metros cuadrados más, la cual tendrá capacidad para producir cinco toneladas por hora.
Esta planta, en la que viene trabajando desde 2011, se pondrá en marcha en febrero y le permitirá elaborar harinas de sorgo blanco, maíz blanco, garbanzo, arveja, lenteja, soja “full fat” micronizada y soja “hipro” micronizada, como también proteína de soja texturizada.
“La idea es desarrollar nuevos productos y aplicaciones, para lo cual trabajamos con una universidad de Canadá”, resalta.
En el caso de la soja desactivada, es un producto que en el nuevo marco impositivo paga retención a las exportación del 30 por ciento. Pero en el caso de las harinas, su exportación no abona retención, ya que es un producto industrializado.
La Troja se provee de soja comprada a los productores de la región. Hasta 2013, la firma también sembraba, pero cuando los números de la actividad se complicaron, dejó de hacerlo. “Ahora hay un escenario más favorable, así que se está evaluando volver a sembrar soja”, adelanta.
Mercados competitivos
Según Marinsalda, estos productos compiten en el mercado regional de la alimentación. En el caso de la soja desactivada, el principal mercado son los productores de cerdo y pollo, donde compiten con productos de Estados Unidos, Paraguay y Bolivia.
La soja natural es un excelente suplemento proteico, pero es imposible de ser asimilado por los animales mono gástricos y rumiantes. El proceso de desactivado quita enzimas e inhibe y neutraliza otros componentes que afectan a los animales; genera un producto que tiene sus ventajas sobre la harina de soja (por ejemplo le da 16 a 18 por ciento de aceite, lo que le transfiere mayor energía) e incrementa la fracción de proteína no degradable.
En el caso de las harinas, el mercado es la industria de la alimentación humana, ya que se utilizan como extensor y complemento en industria cárnica, principalmente para hamburguesas, salchichas, embutidos, rellenos de empanadas, guisos, sopas, salsas, snacks y golosinas. También se usa como aporte proteico en alimentos institucionales (escuelas, ejército, hospitales, planes sociales, etc.), sirve de sustituto de la leche en polvo y el huevo, se aplica a galletas y pastas y a productos dietéticos y para celíacos. Además, se aplica a la alimentación animal.
Con el desarrollo de su nueva planta, el principal objetivo de La Troja es avanzar en Asia, Europa, África y Estados Unidos.
El año pasado, la firma participó de la feria más importante del mercado de la alimentación en el mundo, Anuga, que se realiza en Alemania. Además, viajó también a Holanda y Estados Unidos donde fue recogiendo posibilidades concretas de negocios.
“Hay muchas oportunidades. Es un rubro muy innovador, hay que desarrollar mercado”, explica el directivo.
Para este avance, hace más de un año que trabaja con la Unión Industrial de Córdoba (UIC) en la implementación de sistemas integrados de gestión (SIG) para mejorar el manejo de la empresa en temas de higiene y seguridad, medio ambiente y calidad.
Es en este marco que se puso como objetivo para 2017 haber certificado normas ISO 22000, que asegura niveles de calidad e inocuidad según los requerimientos de los mercados internacionales.
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