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La competitividad, por un hilo cada vez más delgado

El 2017 promete pocas modificaciones en el tipo de cambio y el aumento de los salarios reales. Se reduce la capacidad de competencia de los exportadores y de los industriales locales.

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Si acaso viera los números que promete 2017, la competitividad se preguntaría: ¿Y ahora, quién podrá defenderme?

El exportador argentino y el fabricante de bienes transables, que compiten directamente con los productos importados, deben hacer números muchos más finos que en otros años teniendo en cuenta el escenario que se viene.

En función de los pronósticos que hacen los economistas y las proyecciones del Gobierno en el proyecto de Presupuesto 2017, el primer problema salta a las claras, ya que no hay previsto en el escenario próximo una devaluación contra el dólar.

Partiendo de un promedio de 14,99 pesos en el tipo de cambio nominal con una economía cayendo 1,5 por ciento para este año, proyecta para 2017 que el dólar en promedio se mantendrá en 17,92 pesos en el marco de un crecimiento de 3,5 por ciento del PIB.

El economista Martín Tetaz, que pocos días atrás pasó por Córdoba para participar de la Tercera Jornada de Infraestructura de la Cámara Argentina de la Construcción, proyecta no sólo un tipo de cambio bajo, sino además una inflación cercana al 20 por ciento, la tasa de interés real alta (el Banco Central aplicará políticas restrictivas, ya que su objetivo inflacionario para 2017 es de 17 por ciento) y crecimiento de los salarios en dólares a raíz de paritarias en torno al 25 por ciento anual promedio.

“Como es un año electoral, probablemente la demanda agregada va a empujar por el gasto público y el consumo; vamos a ver un crecimiento de la obra pública y el gasto de las familias, lo que generará alto crecimiento económico”, resalta.

Estas pueden ser buenas noticias para el consumo y la construcción, pero no lo son para los exportadores y productores de bienes transables.

El debate en materia macroeconómica desde 2017 en adelante, es si la economía no entrará en la trampa del dólar barato, que le pega de lleno a la actividad productiva.
Pero en la microeconomía, este escenario obliga a las empresas a un ajuste bastante inmediato.

Jorge Day, economista jefe del Ieral, muestra en un reciente informe que en 2006 con la venta de un lote, un productor exportador de maíz argentino podía comprar 100 canastas de bienes, mientras que a fin de 2015 podía adquirir la mitad. Tras la devaluación, la quita de retenciones y la eliminación de algunas trabas, en septiembre de este año pudo comprar 70, lo que implica una mejora de 40 por ciento; sin embargo, todavía está 30 por ciento por debajo de hace una década.

Para el productor no pampeano, la situación es más complicada ya que a partir del bienio 2007-2008 los precios internacionales de sus productos se rezagaron con respecto a sus principales costos. “Tomando como base el año 2006, mientras que los precios de esos productos han aumentado un 36 por ciento en dólares en promedio en una década, los salarios se han más que duplicado, y similar con el gasoil”, menciona.

Tipo de cambio multilateral

Con este escenario, está claro que para mantener la competitividad, no se puede esperar demasiado del dólar, por lo que las empresas tendrán que apostar a mejorar procesos, incorporar tecnología y a tener a mano buenos asesores financieros.

Brasil viene aportando una buena noticia, entre tantas malas. Allí el dólar estuvo en 3,94 reales en octubre de 2015, llegó a 4,16 en enero de este año y en octubre de este año bajó a 3,15 reales.

Según el Ieral, el tipo de cambio real bilateral con Brasil, en comparación con noviembre de 2015, aumenta 27 puntos, pero está 23 puntos por debajo del promedio de los últimos 19 años.

Esto hace que el tipo de cambio multilateral, elaborado en relación a los principales socios comerciales del país, se haya mantenido estable durante todo este año a pesar de la fuerte inflación (ver gráfico).

Pero además, hay que analizar finamente no sólo el tipo de cambio, sino también el ingreso de dólares. Según Tetaz, si el ingreso de dólares (vía blanqueo, inversiones, etc.) es importante y el Gobierno finalmente logra llevar la inflación del año próximo más cerca del 17 por ciento, como pretende, el escenario más probable es que las tasas bajen.

Para el economista, la tasa de Lebac del Banco Central, utilizada como referencia, podría pasar de 26,7 por ciento actual a entre 20 y 21 por ciento. Pero si la inflación se ubica en 20 por ciento o más, la tasa de interés podría ubicarse en torno a 24 por ciento.

Según como se de este escenario, previene Tetaz, el empresario tendrá que aprender que “lo que no se gana por precio, porque el tipo de cambio no será tan favorable, lo gana por costos financieros; así podrá recomponer parte de lo que perderá por el dólar más barato”.

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