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Comercio internacional: el “malo de la película”

El mundo globalizado genera vencedores legítimos, pero también injustos perdedores. Crea producción y servicios, incorpora consumidores, pero siempre lo logra a costa del mercado laboral.

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En este cambio de época tan profundo y complejo que estamos atravesando, cuyos comienzos algunos lo situamos en la caída del Muro de Berlín y la implosión de la Unión Soviética – que coincide a su vez con la revolución de los TIC´s – otros lo identifican con la irrupción china y su peso creciente a partir de los inicios del Siglo XXI, pero cuyo final nadie se atreve a precisar o definir, de allí la incertidumbre y la ansiedad dominantes mientras se aceleran los cambios tecnológicos.

La imparable globalización que ha beneficiado a muchos millones de personas, creando nuevos centros de producción y de servicios en China, India y en países emergentes de Asia, África y Latinoamérica, incorporando nuevos consumidores en todas partes y elevando al nivel de clases medias a centenares de millones de hogares; al mismo tiempo ha provocado sustanciales modificaciones en los mercados laborales y en la distribución de la renta en la mayoría de los países desarrollados.

La insatisfacción de vastos sectores de la población europea y también norteamericana se ha expresado y se expresa en la aparición de nuevos líderes por fuera de los partidos tradicionales de centro izquierda y derecha, con propuestas populistas, nacionalistas y xenófobas que apuntan a soluciones aparentemente simples para problemas complejos, que seducen a sectores muy significativos de los votantes, en el caso europeo ex –trabajadores de actividades en declive: minería, industria, construcción y en general empleos de baja calificación, así como jubilados y pensionados que han visto decrecer relativamente sus ingresos, muchos de ellos anteriores votantes de partidos de izquierda que ahora adhieren a la extrema derecha en la mayoría de los casos.

El panorama norteamericano tiene algún parecido sobre todo con sus socios ingleses, pero adquiere matices propios ya que si bien Donald Trump es claramente un populista y un xenófobo declarado, no es un derechista que podría haber “descendido” desde el movimiento del Tea Party, es un producto norteamericano que vuelve hacia atrás en la historia de ese país, con su America´s First y su clara tendencia autónoma y de desconfianza hacia lo extranjero.

Si hay en el caso de Trump como también en menor medida con Hillary Clinton un abierto rechazo al comercio internacional y a los acuerdos de libre comercio, inclusive el candidato republicano ha sostenido que si la OMC no es funcional a los intereses de EEUU estará dispuesto a retirarse.

También ha indicado que desea revisar el NAFTA e imponer derechos de importación para que los autos de marcas norteamericanas vuelvan a fabricarse en su territorio. Con China plantea cobrarles el 45 % de aranceles de importación para que se vuelvan las firmas norteamericanas y usar todos los instrumentos disponibles para recuperar los empleos perdidos.

La candidata demócrata es más moderada, sin embargo ha sostenido que no resulta conveniente a los intereses de ese país el TPP (TransPacific Partnership) acuerdo propiciado e impulsado por Barack Obama y cuyo objetivo era avanzar en tratados comerciales de nueva generación basados fundamentalmente en la parte reguladora, propiedad intelectual, servicios y compras gubernamentales y libre circulación de bienes, servicios, inversiones y personas, en este último con ciertas limitaciones.

A estas cuestiones se le agregan las graves disputas provocadas por el exceso de inversión china en la producción de acero y aluminio, en el primer caso con un excedente – sobre capacidad de alrededor de 330 millones tons/año – que implica, sino se encuentra una solución multilateral, una posibilidad cierta de guerra comercial.

La globalización ha provocado ganadores y perdedores, hasta ahora más de los primeros que de los segundos, pero resulta claro que para explicar las malas nuevas, el comercio es un villano mas identificable y simbólico – país, bandera, Made In – que un app o un soft que desplaza trabajos sin hacer ruido e identificación.

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