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Caputo, vermú con papafritas y good show (eso sí, importadas)

Caputo, vermú con papafritas y good show (eso sí, importadas)

Columna por Walter Giannoni.


La decisión del ministro de Economía, Luis Caputo, de habilitar la importación de alimentos y bebidas, en condiciones tributarias preferenciales, es una exageración. La movida parece más una puesta en escena dirigida antes que nada al Presidente que una medida que vaya a producir resultados concretos en la pelea por la baja de los precios.

La industria alimentaria no necesita de defensores pero hay que reconocer que desde hace años paga como el chivo expiatorio de las crisis que no sabe dominar la clase política. A veces se le reconoce su rol, como pasó en plena pandemia cuando ese Gobierno destacó que había mantenido abastecidos a los argentinos con las fábricas funcionando. Otras, es la responsable del Cuarto Círculo del infierno de la Divina Comedia, donde se juzga la avaricia.

Se parte de verdades a medias, algunas de ellas ideologizadas. La primera y más conocida acusación es la de la concentración de la oferta. La Copal, cámara que reúne a la industria de alimentos y bebidas, tiene adentro a 30 cámaras y 2.000 empresas del rubro. Es al menos extraño un monopolio con tantos jugadores. ¿Verdad?

Hay, además, sectores claves en la sustentabilidad de la “mesa de los argentinos” que se rigen a diario por la ley de la oferta y la demanda: los mercados de hacienda y carnes, las verduras, frutas y hortalizas, por ejemplo. ¿Cuál es el margen de especulación que rige en esos ámbitos? Poco o nada, todo es perecedero o casi.

Lo que sí resulta permanente es la alta carga tributaria que rige sobre el universo de los alimentos. De eso, casi nadie habla. Menos lo va a hacer el propio Estado.

El 36% del precio de un kilogramo de harina son impuestos, calculó el IARAF. El 42% del valor de una botella de aceite de girasol son tributos. La mitad del precio de una botella de gaseosa azucarada son gravámenes, algunos punitivos.

En el precio de una canasta de productos que combine alimentos y bebidas con IVA al 10,5%, al 21% y gravámenes punitivos, casi el 44% son impuestos.

Nada de esto quiere decir que la industria no ejecute sus maniobras, abra y cierre la mano en un país con la inestabilidad que conocemos, pero así como las provincias reclaman un nuevo pacto fiscal, algún día debería discutirse la carga tributaria en ese frente de primera necesidad que es la comida. Hasta tanto ocurra, vermú con papafritas y “good show”. Eso sí, importadas.

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